Fernando Berckemeyer, la visión del director de El Comercio
Fernando Berckemeyer, la visión del director de El Comercio
Redacción EC

Por Felipe Barbero Mariátegui

Dentro de una semana, cuando se designe al nuevo editor de Regiones, habrás terminado de nombrar nuevos editores para 5 de las 8 áreas temáticas de producción diaria de El Comercio. ¿Por qué hacer un cambio tan grande?

Porque la idea es hacer una renovación radical del Diario, que parta de lograr que este se conciba a sí mismo de una manera diferente, y muchas veces se necesitan personas diferentes para que una institución pueda cambiar su manera de pensar. Sobre todo en instituciones tan antiguas y que han tenido tanto éxito por tanto tiempo como El Comercio. En lugares así a menudo se hace más fácil pensar que uno solo tiene que seguir haciendo lo mismo para que las cosas permanezcan bien en el futuro.
Con esto, por cierto, no quiero implicar nada negativo respecto a la capacidad profesional de los editores que dejaron sus puestos en enero. Son personas que han aportado mucho al Diario y varios de ellos aún hoy siguen haciéndolo como columnistas o como asesores de diferentes proyectos nuestros.

¿A qué te refieres cuando dices que buscas que el Diario se conciba a sí mismo de una manera diferente?

A que creo que en la redacción ya no debemos  ver ese producto que hacemos  todos los días principalmente como una fuente de noticias, sino también como una fuente de perspectiva y análisis sobre estas noticias. La noticia en sí, los hechos puros y duros, no son más algo por lo que uno pueda darle un valor especial a su lector: son, con algunas pocas excepciones, ‘commodities’, algo que, gracias a la web, tiene de manera más o menos indiferenciada todo el mundo. Incluso en las raras veces en que este no es el caso, una noticia “exclusiva” permanece como tal en las manos de un diario solo por el lapso de tiempo que le demora copiarla al primer blog o agregador de noticias que la note. Por si esto fuera poco, no estamos hablando únicamente de ‘commodities’, sino de ‘commodities’ que se ofrecen gratis por toda la web.

Entonces, estás diciendo que los diarios no podemos sumarles mucho a nuestros lectores dándoles solo o principalmente noticias…

Así es. Lo importante, nuestro diferencial, tiene que estar en que esas noticias lleguen al lector de una manera que le permita comprender, más allá de qué es lo que pasó, qué es lo que eso significa en el contexto de la sociedad en la que vive y, de ser posible, en el de su propia vida: cuáles son sus antecedentes, sus causas, sus posibles implicancias. Las noticias ya no deben ser el resultado final de nuestro trabajo, sino únicamente su primer paso, su materia prima, si se quiere.
 Tal vez una buena manera de resumir esto sea con la palabra que usé hace un momento: perspectiva. De lo que se trata con el análisis, que creo es imprescindible hoy en un buen periódico, es de poner las noticias en su debida perspectiva. Quienes trabajamos en un diario tenemos que buscar hacer lo que hicieron los pintores cuando dejaron de ponerlo todo en el mismo plano y empezaron a usar técnicas para mostrar las proporciones de las cosas que dibujaban, además de la distancia y la posición en que se hallaba cada una de ellas con relación al espectador y a los otros objetos que estaban en el cuadro. Esto que ellos hicieron con las cosas que representaban en su arte es lo que los diarios tenemos que hacer con los sucesos que cubrimos.

¿Esto no puede verse como una manera de tratar de forzar una lectura de las cosas en el lector?

La línea entre las páginas editoriales y el resto del diario tiene que ser absolutamente clara y reconocible por todos. Estoy hablando de introducir análisis a los datos y de poder entregarle ,por tanto, una información más rica y completa al lector, no de intentar camuflarle una opinión en este análisis. El análisis y la opinión no son lo mismo. Analizar, etimológicamente, es separar lo que está junto en sus varios elementos; entonces, analizar la noticia es descomponerla en los varios hechos que la forman y explican para entenderla mejor. Pero siempre dejando que sean estos hechos los que hablen. Algo muy diferente a intentar montar una opinión sobre ellos. Esto último –tratar de llevar de la nariz al lector a tal o cual posición– es un acto de implícita condescendencia y es por lo tanto uno de los peores crímenes que puede cometer un diario. También es una de las mayores torpezas: los lectores sienten cuando se les está intentando manipular y no se les está tratando con respeto. Y eso es algo que los diarios pagan caro.

¿Cómo así?

Lo que nosotros vendemos –contenidos– únicamente tiene valor mientras tengamos la confianza de nuestros lectores. Rota esta confianza, queda roto no solo el oficio sino también el negocio. Hay personas que hablan de la influencia de los medios como si los diarios tuviéramos comprados a nuestros lectores, cuando en realidad es al revés: son ellos los que deciden comprarnos –o no–. Los diarios que como El Comercio han vivido lo suficiente como para ver subir o bajar su circulación frente a tales o cuales aciertos o errores de su cobertura saben muy bien esto.

Es decir, crees que El Comercio tiene coberturas de las cuales arrepentirse…

Sí. Yo creo que El Comercio ha cometido errores, algunos de ellos no tan lejanos en el tiempo. Pero también creo que sus críticos suelen ser un tanto mezquinos con él: en balance la contribución de El Comercio al país es impresionante y va desde cosas como las luchas por la abolición de la esclavitud y el tributo indígena en el siglo XIX, hasta haber sido, ya casi dos siglos después, y por solo citar un tipo de ejemplo, el que descubrió algunos de los mayores escándalos de corrupción de los últimos cuatro gobiernos: la fábrica de firmas falsas de Fujimori; el Caso Almeyda, en el que denunciamos el soborno de uno de los principales asesores del presidente Toledo por parte de una empresa que era socia del Grupo El Comercio en otro negocio;  los mismos ‘petroaudios’, gran parte de cuya investigación, pese a que pocos lo recuerden, fue hecha por El Comercio. Todos fueron trabajos de la Unidad de Investigación de este Diario. La misma Unidad de Investigación que, dicho sea de paso, tenemos que reinstaurar pronto. También fuimos el primer diario en divulgar el Caso López Meneses, que descubriera una investigación de Cecilia Valenzuela. Creo que aun a los adversarios más enconados de El Comercio, en fin, les sería difícil afirmar de buena fe que esta permanencia en la relevancia por ya 175 años se debe al puro accidente. Acá hay un legado que supone una manera de hacer las cosas (que incluye, como creo que demuestran los ejemplos anteriores, una independencia frente a todos los gobiernos) y una seriedad al entender la misión del periódico. Este legado es lo que, al final, más allá de traspiés o malas etapas, siempre se ha terminado imponiendo en el Diario y aquello a cuya continuación yo quisiera servir.

Cuando hablas de agregar análisis a las noticias suena a un periódico con notas más largas. ¿No va eso en contradicción con un mundo en el que la gente tiene cada vez menos tiempo para leer?

No creo que se trate necesariamente de un diario más largo. Habrá algunas notas más largas, sí, como los informes que ya hemos comenzado a hacer los fines de semana. Pero el análisis no necesariamente implica mayor extensión, muchas veces más bien posibilita lo contrario.  Hay una frase de una carta de Pascal que mi abuelo repetía mucho y que yo siempre recuerdo: “Te escribo largo porque no he tenido tiempo de escribirte corto”. Un poco tal vez lo que me está pasando al responder tus preguntas [ríe].

Déjame agregarte otra cosa. Los resultados del análisis al que el diario debe someter a las noticias no tienen que estar únicamente dentro de las notas. En  “The Washington Post” ilustraban esto último diciendo que si un día dejaban su portada en blanco porque no encontraron en sus notas ninguna suficientemente relevante como para ponerla ahí, entonces igual estaban cumpliendo su trabajo frente a sus lectores porque les estaban diciendo: “Ayer no pasó nada realmente importante”. A mí me encantaría, por ejemplo, que nuestros lectores pudiesen sentirse seguros de que basta con leer El Comercio cada día para saber todo lo más relevante que pasó en el país el día anterior.

¿Esto del análisis tiene que ver con el perfil de los nuevos editores que has traído al Diario?

Sí en la medida en que muchos de ellos tienen formaciones que incluyen el derecho, la economía, la gestión pública, las relaciones internacionales y demás. Sin embargo, no quiero dejar de hacer notar que casi todos tienen experiencia periodística previa. Dos de ellos, lo que es más, tienen décadas en el periodismo: Jaime Bedoya y Mario Ghibellini. En cualquier caso, creo que la combinación que va quedando en la redacción de personas que estudiaron periodismo  con aquellos que han hecho del periodismo su carrera más tarde en la vida va a ser muy fructífera y potente.

¿Hay otras formas, además del análisis, en las que El Comercio buscará agregar valor a la noticia?

Sí. El análisis es, por así decirlo, solo una primera capa de valor agregado. Sobre ella se pueden poner varias otras. Por ejemplo esta: el ser claros. Aunque, por supuesto, se trata de algo muy relacionado con lo anterior: quien ha entendido bien algo lo puede expresar con orden y sencillez.  Una tercera capa es el estilo. Leer El Comercio no  debe ser únicamente interesante y útil; a mí me gustaría que sea también un placer. Me gustaría, por ejemplo, que el diario muestre una personalidad con más humor. El humor, después de todo, es muchas veces la manera más seria de reflejar y de tomarse algunas cosas.

¿Y qué planes tienes para la versión web del Diario?

Bueno, en realidad, todo lo que te estoy diciendo se aplica al diario como un generador de contenidos, más allá de las diversas plataformas en que estos contenidos aparezcan. Entonces, por ejemplo, pienso que El Comercio debería ahondar más en tener una presencia especialmente diseñada para aquellas plataformas digitales, como la tablet, en que el tipo de consumo permite una lectura más involucrada y detenida que la que se da en una web que te va contando las  noticias puras y duras, como la que se visita desde una desktop. Dicho eso, esta última también es muy importante y tiene su propia función: contar las noticias a nuestros visitantes de la manera más cercana posible al tiempo real. Nosotros tenemos la web de noticias más vista y rebotada –por lejos– del Perú.  Aunque creo que todavía tenemos que lograr que tenga el  mismo ADN de El Comercio impreso. Ese no ha sido siempre el caso y eso es algo que tiene que corregirse.

Acabas de cumplir tres meses en el cargo. ¿Sientes que estas cosas ya se están notando en el Diario?

Me gusta pensar que sí, que algo. Pero la verdad, como decía uno de nuestros editores, es que tratar de hacer cualquier cambio importante en una institución como El Comercio es como intentar girar un transatlántico (solo contando la redacción central, sin tener en cuenta colaboradores y columnistas, acá hay 254  periodistas…). Entonces, cualquier cambio será algo gradual. Y yo me contento con que se vaya notando gradualmente.

 ¿Qué podemos esperar de la línea editorial?

Bueno, creo que al ser esa el área en la que trabajé en los últimos tres años, puede ser también aquella en la que mi nombramiento como director despierte menos incógnitas. Es decir, aspiro a que el Diario mantenga una línea editorial liberal. Y liberal de una manera coherente: tan comprometida con las libertades económicas, como con las sociales y políticas. Si tuviese que resumir la línea editorial, entonces, usaría la frase que emplea “The Economist”, un medio al que admiro mucho, para la suya propia: “El centro radical”.
También aspiro a una línea editorial que no se dirija solamente a quienes coinciden con ella: quisiera, sobre todo, que los editoriales de El Comercio sirvan para hacer pensar y cuestionarse a gente que piensa diferente que el Diario, aunque sea para que al final se reafirmen en sus convicciones. Si en el camino nuestros editoriales producen pensamiento y debate, por lo que a mí respecta, habrán sido exitosos.

¿Algo más sobre el tipo de diario al que aspiras?

La definición del periodismo que más me gusta es una de Salvador de Madariaga que siempre repite Felipe Ortiz de Zevallos: “El periodismo es la historia del presente”. Me gustaría que El Comercio sea cada día la más confiable, completa e interesante historia de nuestro presente.

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