Descubrimiento en Egipto: el faraón se queda en casa
Descubrimiento en Egipto: el faraón se queda en casa
Juan Diego Rodríguez

Durante siglos, el era propiedad de la expedición científica o del arqueólogo afortunado que se lo encontrara. No interesaba si era de gran importancia histórica para el país donde era hallado; lo que prevalecía era el interés del descubridor y su capacidad de darle el mantenimiento correcto. Así fue como muchas piezas egipcias terminaron en colecciones privadas y, en su mayoría, en museos de Francia, Inglaterra y Alemania. Si bien la actual legislación de asegura que el patrimonio es propiedad del país, mucha de esta riqueza sigue en manos de extranjeros. 

 

El busto de Nefertiti, por ejemplo, se muestra en el Neues Museum de Berlín; la Dama de Kemet, en el Museu Egipci de Barcelona; y la colosal estatua de Amenofis, I en el Museo Egipcio de Turín. A diferencia de esas piezas, las recientemente encontradas en El Cairo (dos gigantes imágenes que podrían ser representaciones de Ramsés II) se exhibirán en un museo que se construirá cerca a las piramides de Giza. 

La protección del patrimonio no es un tema ajeno para el Perú, sobre todo si tenemos en cuenta que gran parte del mismo se aloja en países como Estados Unidos. Por esa razón, el gobierno ha hecho esfuerzos para recuperar piezas ilegalmente en poder de instituciones internacionales, como fue el caso de la demanda contra la Universidad de Yale interpuesta en el 2008 ante la justicia estadounidense, cancelada luego tras acordar que las piezas arqueológicas de Machu Picchu, sacadas por Hiram Bingham, serían retornadas al país. 

En efecto, dos años antes, la entonces directora del Instituto Nacional de Cultura, Cecilia Bákula, empezó los trámites para repatriar un estimado de 46 mil objetos llevados hacia la universidad en 1916 por el explorador estadounidense. Yale, después de trabas iniciales, tuvo que aceptar el pedido. 

Igual suerte tuvo el Estado Peruano al solicitar en el 2009 al Reino de Suecia la devolución de 89 textiles Paracas que salieron del país sin autorización hace 70 años y que se convirtieron en propiedad del Museo de la Municipalidad de Gotemburgo. 
A diferencia del Perú, la colección de objetos del antiguo Egipto y el interés por su cultura no es reciente. Su carácter místico interesó desde siempre a coleccionistas desde los Médici, quizás la familia dedicada al mecenazgo más influyente del Renacimiento, que compró y coleccionó amuletos, joyas, sarcófagos, papiros y muchos más objetos. 

Militares como Napoleón Bonaparte también se sintieron encantados por esta cultura. De igual forma, Adolfo Hitler ordenó a estudiosos nazis excavar en el país africano para hallar el Arca de la Alianza, el Santo Grial y la lanza de Longino. 

Sin embargo, parece haber consenso en que la mayor fuga del patrimonio egipcio es responsabilidad de Mehmet Alí, quien gobernó Egipto entre 1805 y 1848. Su amistad con Luis Felipe I de Francia y Carlos Felipe de Saboya de Italia se expresó en regalos de piezas invaluables. 

EGIPTO EN EL CINE, LITERATURA Y TEATRO

En el siglo XIX, el francés Théophile Gautier publicó "La novela de la momia", considerada una de las primeras inspiradas en el Antiguo Egipto. La dramaturga Victorien Sardou escribió en 1890, "Cléopâtre", obra que se convirtió en filme en 1912. Luego vendría un boom del tema en el cine, con películas como "Sinuhé, el egipcio" (1954), historia basada en la novela que el finlandés Mika Waltari publicó en 1945; "Faraón" que se proyectó en 1966; "En búsqueda del Arca perdida" (1981) de Steven Spilbearg; y las ya clásicas protagonizadas por Brendan Fraser, "La momia" y "La momia regresa".

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