El feminicidio: el lado más oscuro del machismo nacional
El feminicidio: el lado más oscuro del machismo nacional
Maribel De Paz

De la investigación gastronómica al festín siniestro del feminicidio. , periodista arequipeña especializada en indagar en nuestras tradiciones culinarias, entrega ahora el libro “Morir de amor. Un reportaje sobre el feminicidio en el Perú”. La obra, fruto de dos años de trabajo reporteril, busca responder a la eterna pregunta del buen periodismo: ¿por qué? 

El germen de todo, la llamada fatal, le había llegado a Teresina un 14 de febrero. Descolgó el teléfono para oír a su hermana llorar y contarle que habían matado a Simona. La víctima, Simona Estelita Quispe, de 45 años, había sido asesinada por su enamorado la víspera de aquel día de San Valentín, alcanzando un nivel de incongruencia macabra. La había apuñalado más de quince veces. El cuchillo se había doblado, pero él había insistido. Terminó la labor con un martillo. El feminicidio, entendido como un crimen de odio contra una mujer por el solo hecho de ser tal, es el pariente mortal de la discriminación de género, el resultado fatal de la espina vergonzante del machismo y, claro, un ominoso llamado de atención sobre la desatención de la salud mental en el Perú. Según el psiquiatra Humberto Castillo, ex director del Instituto Honorio Delgado, citado en el libro, en el país existen 26 centros de salud mental, cuando necesitamos 300. 

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Cuando Teresina decidió que la historia de Simona debía ser contada, sumó tres casos más a su investigación: los de Lisbeth Ñaupa Mina, Tiffany Arbayza Arce y Karol Bernal: jóvenes asesinadas por jóvenes. Según ONU Mujeres, el primer detonante para el feminicidio son los celos, y el ciclo de la violencia cumple el siguiente patrón: acumulación de tensión, agresión, arrepentimiento. Lo señala la propia cronista en el libro: “Ninguna mujer se enamora de alguien que cree que la va a maltratar. La violencia tarda en revelarse. Como dicen los psicólogos: avanza silente". 

— Luego de investigaciones gastronómicas y libros para niños, llegas con esta entrega que es una ventana al horror. 
Sí, lo es, aunque antes ya había trabajado temas de género, denuncias sobre violaciones, y salud sexual y reproductiva, pero lo que ocurrió acá es que un 14 de febrero me llama mi hermana, desesperada, porque habían matado a Simona. Ella la había ido a identificar a la morgue, estaba sobre una mesa de metal, desfigurada, irreconocible, pero ya antes la había visto bajar envuelta en una frazada con la sangre que le chorreaba… había conocido a este muchacho más joven que ella y se había enamorado, todo el mundo tiene derecho a enamorarse. Él ya la había golpeado una vez, lo había denunciado y había retirado la denuncia, pero al final había decidido dejarlo. Cuando lo condenaron pensé que debía contar su historia y buscar otros casos. Y eso hice. 

— ¿Cómo decidir qué casos trabajar en medio del banquete nefasto de crímenes? 
Cuando estuve en Arequipa viendo el crimen de Simona, ocurrió el crimen de esta chica Karol, que estaba embarazada de ocho meses. Ella había visto en el Facebook de su enamorado que él estaba conversando con otra chica, empiezan una discusión y él la ahorca, espera a que los papás se vayan de la casa, acomoda a la chica en posición fetal, busca una maleta, la mete en la maleta, busca un taxi, jala la maleta, se la lleva a la chacra del abuelo y la entierra. Lleva además unos colchones. Al día siguiente compra gasolina, vuelve a ir a la chacra, desentierra a la chica y la quema. Y espera siete horas a que se queme completamente. He visto la foto: es un trozo de carbón, y el feto sale a un lado. Quemado. Cuando ves en la televisión los feminicidios ves la muerte, ves la forma horrible en que las asesinaron, y ahí acaba la historia; pero en realidad no se acaba ahí: hay mamás, hijos, hermanos, hay una historia detrás de estas personas. 

— Es un libro demoledor. ¿Qué fue lo más duro de esta investigación? 
Ver los expedientes: ver las fotos, ver las formas, cómo matan. Y conversar con las mamás. Escucharlas con paciencia, porque se demoran, y lloran, y caminamos, y volvemos a conversar… Son relaciones tóxicas, te das cuenta que hay una obsesión, pero lo dejan pasar. 

— ¿Las víctimas se engañan a sí mismas? 
Sí, y uno no puede culparlas y decir “qué tontas, ¿cómo pueden soportar?”. ¡Claro que pueden! Porque creen que los pueden cambiar, o porque les enseñan a ser sumisas… Fui al penal de Socabaya en Arequipa, para conversar con el asesino de Simona, pero el reo no quiso, y me dijeron que había otros feminicidas que querían hablar. Hablé con cuatro, y entonces uno también siente compasión, porque qué historias tremendas tendrán detrás, que no te dicen o no se dan cuenta o no saben. A veces no tienen patologías, a veces no toleran que los engañen. Y también está esa cosa tan extraña de las redes sociales, en las que expones tanto tu intimidad, siempre te están mirando, siempre te están chequeando, y el machismo, pues: no soportan que tengas amigos, que los dejes o, por último, que les saques cuernos. Conversé también con especialistas en el tema de masculinidad, porque nos enfocamos en la víctima, pero el que mata es hombre, y al hombre le enseñan desde chiquito que tiene que ser macho, que tiene que hacerse respetar, que no debe llorar, que tiene que cuidar a la mujercita, que si ella es débil y él es fuerte, te lo enseña tu mamá, te lo enseña tu abuela, tu papá, y todo el mundo. 

— ¿Cómo entiendes el machismo?
Es el creerse superior, superior porque así lo creó la sociedad, y porque así tiene que ser: el hombre superior, proveedor, el que defiende, el que gana, el que manda, y al que hay que atender. 

— Muchas familias no se reconocen machistas, pero si falta plata el hijo varón es el que estudia o el que come mejor.
Claro, porque es la tradición, rural y urbana: ¿para qué vas a aprender tú a leer si vas a tener marido? Y para el hombre también es una carga: desde que naces varón la sociedad te crea estereotipos. Es una carga enorme. 

— ¿Cómo fue tu educación de género en casa? 
Mi papá fue muy conservador, pero no sentí ese problema… quizá en cosas pequeñas de las que ahora nos reímos, como que al hombre le guardaban más comida. Y la abuela paterna, había sido pues educada de otra manera, y eso que ella era una matrona, la jefa, porque su esposo murió bastante joven, pero decía que a los hombres se les servía primero el almuerzo o el vino o lo que sea; había esas reglas erradas. 

— A ti no se te educó para servir al marido. 
No, ni para tenerlo. Felizmente. 

— En el caso del machismo desquiciado que tiende al feminicidio, hay una deshumanización de la mujer también. 
Un ninguneo, un no existes, un no eres nadie, la despersonalización total, el no estás… Los medios de comunicación ahora están más comprometidos, pero hace pocos años nomás, el 2010, cuando muere esta chiquita que el novio la viola y la mata, el titular de "El Chino" es “Chibola manca achicharrada”, y la mamá tiene ese periódico guardado en un sobre. ¿Qué puede sentir esa mujer cuando ve eso? Chibola manca achicharrada… Tenemos que cambiar. No sé cómo. 

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