Foto: La Balanza
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José Carlos Yrigoyen

Si alguna certeza, aunque sea provisional, podemos albergar con respecto a la nueva poesía peruana, es que sus representantes más interesantes y originales son mujeres. Ahí está la posmoderna e inquietante melancolía de Tilsa Otta, cuyo corazón “de casa solo tiene las luces apagadas”, o María Belén Milla, dueña de una ironía serena y acerada recuerda por momentos la de Denise Levertov. A estos nombres debemos unir el de Valeria Román Marroquín (Arequipa,1999), quien a pesar de su edad ya no puede ser considerada una novísima: cuenta en su haber con media docena de publicaciones, entre libros y plaquetas.

Cercana al grupo Poesía Sub-25, su primer título “Feelback” (2016) parecía asociarse a los planteamientos de dicho colectivo, agrupados bajo la nomenclatura de “sentimentalito”, según sus miembros, “una respuesta emocional, sentimental y sincera a la poesía de la inteligencia, a los ‘nuevos formalistas’ y a los artistas conceptuales o del lenguaje que han dominado gran parte de la escena peruana durante los últimos quince años”. En la práctica, los sentimentalitos, premunidos de disímiles influencias del pop y el internet, satirizaban y se regodeaban en los lugares comunes de la sensibilidad adolescente, consiguiendo en algunos textos un despojamiento fresco e intuitivo, aunque sus ansias de novedad no fueran más allá de tentativas vinculables al movimiento Alt-Lit.

Román, con el tiempo, abandonó esos devaneos primigenios. Libro a libro ha ido sofisticando su bagaje, sumándole una serie de llamativas referencias sociológicas, políticas e históricas que conoce y maniobra más allá del postureo intelectual. Es así como llega a una temprana madurez con un estupendo poemario, “Ana C. Buena”, indubitablemente la expresión más sólida, compleja y personal que su generación nos haya ofrecido.

“Aburrida de la tradición”, asegura sentirse Román en uno de los poemas de su libro. Pero eso no es verdad. Ella está muy atenta a los cauces de donde proviene y, como ocurre con los autores competentes, ha fijado su mirada en los menos visitados para apropiárselos y reinventarlos. “Ana C. Buena” bebe de la “concepción proletaria” que enarboló el Grupo Primero de Mayo, cuyos miembros más jóvenes (Artidoro Velapatiño, por ejemplo) pretendieron poner al día mediante el humor, el diálogo interdisciplinario y recursos que escaparan de la declamación dramática en que encalló mucho de nuestro tardío lirismo social. Marco Martos, en 1973, advirtió que esta vertiente popular podía ser una alternativa a los discursos hegemónicos de la poesía peruana. Esa promesa no cumplida es la que recoge Valeria Román.

La primera parte, “Ana contra la totalidad social”, nos presenta a un personaje cuya identidad dislocada varía, intermitente, como reflejo de la autora, cuerpo nacional, o mejor, multifacética entidad proletarizada sometida a una simbólica cocina, moderna y esclavizante a la vez, preparando alimentos para los “estómagos de otros” y resignándose a “mantenerse espectro/ al margen de la sobremesa”. Estos poemas, notables por su plasticidad y densidad verbal, se sirven de las ciencias sociales, echando mano de sus términos y parafernalia de un modo similar al de Manuel Fernández en su “Procesos autónomos”, aunque con una ductilidad en su registro que amplía el horizonte de esta incursión particular.

“Ana y el hambre”, la siguiente sección, atiende las enseñanzas de Cesáreo Martínez sobre la remodelación del panfleto político, que según Roland Forgues se caracteriza por una mezcla de “odio y ternura”. Esto se aviene claramente al proyecto de Román, quien, gracias a su depuración técnica, logra exponer imágenes sobrias y tensas de una miseria dolorosa que encierran a su vez una esperanza humanista, latente: “a quienes desaparecen del régimen / del hambre / los verás, / regresando a sentarse / en el mismo sitio / de la misma mesa / –verás, algún día / y comerán / no col ni res // pero comerán”. El apartado final, que comparte el título del conjunto, es el más introspectivo y emotivo: desgrana la brutal rutina del yo poético en una “patria inadecuada” y que se resuelve a gritar –afilar su palabra, arrojarla punzocortante–, porque “nadie sobrevive a estos tiempos / murmurando”.

Lúcido, parejo y singular, el libro de Valeria Román cumple con una meta nada sencilla: nutrirse del sustrato de la tradición y entregar a cambio algo distinto, pero asimilable a experiencias previas y valiosas de la poesía peruana contemporánea. Hacía mucho tiempo que aguardábamos una voz como la suya. La espera ha valido la pena.

La Ficha

Autora: Valeria Román Marroquín.

Título: Ana C. Buena.

Editado por: La Balanza

Año: 2021

Páginas: 44 pp.

Relación con la autora: ninguna.

Valoración: ★★★★☆

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