Levantaba los brazos como un ganador del Rally Dakar. Presionaba los dientes, cerraba los puños, miraba al cielo. Su gorra con los colores de Venezuela y su camisa verde agua parecía un impecable uniforme de corredor de autos. Henrique Capriles no ha llegado a los cuarenta años y tiene trayectoria política de uno de sesenta. A los 25 años empezó su carrera. Fue electo diputado por el antiguo Congreso venezolano. Infla el pecho cuando dice que nunca ha perdido una elección. En ocho meses tendrá el reto más grande en su vida: derrotar a Hugo Chávez en las presidenciales del 7 de octubre.

Hijo de padres judíos. Su madre llegó a Venezuela huyendo del holocausto. Su padre, hijo de una familia de judíos que también huyó de Europa. Nació el 11 de julio de 1972 y nunca le faltó nada. Sus familias están ligadas al sector empresarial y productivo del país, como medios de comunicación, industrias, cines, servicios y agencias inmobiliarias. Se graduó de abogado en Venezuela y siguió distintos cursos y programas en Europa y Estados Unidos.

Este abogado de 39 años ve en Lula da Silva un ejemplo a seguir. Se define de centroizquierda y copió algunos programas del ex presidente brasileño. Como el Plan Hambre Cero, que da alimento, vivienda y educación a los más necesitados. Levanta su voz para confirmar su aliento a la inversión y su trabajo en busca de la justicia social.

El hombre que buscará ponerle fin a 13 años de gobierno chavista es miembro de la International Fiscal Association (IFA), así como de la Asociación Mundial de Jóvenes Juristas y del Comité de Impuestos de la Cámara Venezolana Americana de Industria y Comercio (Venamcham). Este hombre ligado a las letras, piensa que el modelo actual de Venezuela es un fracaso. Por otro lado, Hugo Chávez lo acusa de ser el “candidato de los yanquis”.

Capriles arrasó en las primarias celebradas ayer en Venezuela donde participaron 2,9 millones de votantes, el doble de los cálculos iniciales. Un emocionado candidato dijo que apostará al diálogo para enfrentar a Chávez. Será el presidente de todos los colores. No soy un mesías, ni pretendo serlo, soy un servidor público con un compromiso absoluto con nuestro país y un compromiso con todos, dijo Capriles, al negar ser un predestinado.

Capriles tendrá unos próximos meses muy duros. Más intensos que cualquier carretera o desierto. Comerá tierra, tendrá sed, sudará lágrimas. Tendrá que saber cuándo acelerar y frenar, frente a un piloto viejo y en una competencia que será pura resistencia.