A pesar de encontrarse en un episodio dramático ante las manifestaciones sociales, hasta última hora Colombia siguió insistiendo en recibir la Copa América 2021. Pidieron que el evento se aplazara, pero la crisis social se impuso a punta de protestas y represión. Incluso partidos de otros torneos se vieron afectados por el gas lacrimógeno que llegó hasta los estadios ahogando así toda posibilidad de seguir siendo la sede del encuentro.
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A tres semanas de la inauguración, la Conmebol rechazó este jueves el pedido de Colombia para aplazar la Copa hasta “finales de este año” y el país ya no será sede junto a Argentina, donde la cita arrancará el 13 de junio.
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Ambos países se habían comprometido a realizar el torneo en 2020. Pero la pandemia obligó a retrasarlo un año y aumentó la pobreza del 37% al 42% de la población colombiana.
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A finales de abril, el país estalló en reacción a un plan para aumentar impuestos a la clase media. Aunque el proyecto fue retirado, la represión policial avivó una llama que aún no se extingue.
Varios partidos de las copas Sudamericana y Libertadores fueron llevados a otros países por las protestas que, sin una agenda ni liderazgo único, reclaman una reforma de la policía y una mayor equidad social.
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La semana pasada el encuentro entre América y Atlético Mineiro de Brasil, en Barranquilla, fue suspendido al menos cinco veces por los gases lacrimógenos empleados para dispersar a los manifestantes.
“Desconocerlos, ignorarlos convirtió la Copa en un símbolo de indignación para los jóvenes”, dice a la AFP el periodista deportivo Steven Arce.
Hinchas contra el fútbol
La semana comenzó con disturbios que dejaron al menos una persona muerta en el suroeste del país. Al día siguiente, aficionados de los principales clubes se concentraron frente a la sede de Federación Colombiana de Fútbol para expresar su rechazo a la Copa América por considerarla una distracción de la situación de orden público.
“Un evento de esta magnitud iba prestarse para situaciones mucho mas tensas (...) en este momento hubiera sido un fósforo en un terreno lleno de combustible”, opina Arce.
Sin embargo, el ministro de Deporte, Ernesto Lucena, asegura que la única razón por la que solicitó aplazar el torneo es la posibilidad de “tener aforo en los estadios”, cuando la pandemia haya dado tregua en el país que vive una agresiva tercera ola de COVID-19.
Días antes de que estallará la crisis, el propio Lucena le había abierto la puerta a una Copa América “sin público”.
“Llama la atención que hoy se diga que no se puede tener la Copa porque no hay gente en los estadios. No es creíble”, anota Arce.
Anfitrión imposible
En 2001, Colombia recibió la Copa América por primera vez en medio de una escalada del conflicto con la guerrilla FARC —en este entonces la más poderosa de América— insurgentes del ELN y paramilitares de extrema derecha.
“Son circunstancias distintas, hoy hay una situación de inseguridad absoluta”, expresó a Caracol Radio, Álvaro Fina, entonces presidente de la Federación Colombiana de Fútbol.
A comienzos de siglo, el gobierno estaba sentado en una mesa de negociaciones con las FARC, disueltas tras firmar la paz en 2016, y pidió a todos los actores del conflicto una tregua para recibir el torneo.
Finalmente, Colombia ganó la Copa como anfitrión. Aunque Argentina no participó por falta de garantías y Brasil llevó un equipo alterno.
“El país quería dar ese mensaje de esperanza, la Copa América como símbolo de la población civil contra el terrorismo” recuerda Arce, agregando que hoy “no tenemos ese escenario”.
Delegados del presidente conservador, Iván Duque, y un comité que agrupa a parte de los sectores que se manifiestan en las calles, adelantan en este momento un diálogo que no ha rendido frutos.
Los manifestantes exigen que el presidente reconozca los abusos cometidos por la fuerza pública en las últimas semanas, mientras que Duque se enfoca en asegurar el despeje de casi un centenar de vías bloqueadas que causan desabastecimiento. Nuevas protestas han sido convocadas para la próxima semana.
“Colombia pierde la oportunidad de realizar un evento deportivo, pero gana espacio para concentrarse en lo fundamental: salir de esta situación”, sentencia Arce.
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