Percy Mayta-Tristán

La restricción de libertades individuales es justificable luego de un balance riesgo-beneficio y solo en situaciones de extrema emergencia, y la pandemia del COVID-19 lo ha sido. El Perú ha requerido varias medidas restrictivas porque teníamos pocas camas UCI, escaso acceso a oxígeno, pobre capacidad diagnóstica de pruebas moleculares, poco personal y peor infraestructura de un sistema de precario. Sin medidas como la cuarentena inicial, la mortalidad de la primera ola hubiera sido peor.

La cuarta ola está en caída, no ha saturado nuestro insuficiente sistema de salud gracias a las vacunas, y el volumen de casos hospitalizados en UCI y fallecidos ha sido menor al de la tercera ola. Si bien las nuevas variantes siguen siendo igual de letales que la versión original del virus en no vacunados, la evolución es muy distinta en la población vacunada. Las muertes registradas en la cuarta ola, en su gran mayoría, han sido personas sin su esquema completo de vacunación.

Hoy debemos revisar si otras medidas restrictivas como el uso obligatorio de en espacios abiertos y cerrados debe continuar. Las mascarillas han evitado millones de infecciones y muertes en el mundo, sobre todo antes de la vacunación. Pero tenemos que acostumbrarnos a convivir con un virus que no se va a ir, que ya no genera la saturación del sistema de salud por la alta inmunidad híbrida de los peruanos (vacunas más infecciones), y ahora debemos hacer un balance sobre si esta obligatoriedad genera más beneficio que daño.

El uso de mascarillas afecta el desarrollo de habilidades en la infancia, como el lenguaje, así como la interacción social y procesos de aprendizaje para los estudiantes a nivel básico y superior, sumado esto a los más de dos años y medio de educación no presencial en el país.

El uso de mascarillas en espacios abiertos debe ser voluntario, el riesgo de transmisión es bajo y no hay excusa alguna para mantener su obligatoriedad en ciertas regiones del país. Además, dado el contexto actual, las mascarillas deben ser opcionales también en espacios cerrados, particularmente en los ambientes educativos: colegios, institutos, universidades. Aquellas personas que se sientan inseguras, que tengan alguna comorbilidad o síntoma respiratorio, voluntariamente pueden seguir usándolas.

Dado que nuestro sistema de transporte es caótico y hacinado, la recomendación es que se pueda mantener allí por un tiempo el uso obligatorio, al igual que en los establecimientos de salud, hasta una nueva evaluación.

Gracias mascarilla y tupananchiskama, esperamos no necesitarte como ahora en muchas décadas más.

Percy Mayta-Tristán es director de Investigación, Universidad Científica del Sur