Mariza Zapata

En la conferencia de prensa del 5 de abril, la presidenta no pudo construir un discurso verosímil; es decir, creíble, sobre la procedencia de los relojes marca y las joyas que usaba y que exhibía en los actos públicos. La presidenta mostró esa tarde en Palacio de Gobierno todas sus “joyas” justo para que los fotógrafos hicieran tomas independientes, que después fueron aprovechadas para una secuencia gráfica en los medios digitales, en los noticiarios de la televisión y en las portadas de las ediciones impresas. Pero no convenció a los peruanos.

Tejió enunciados basados en hechos que, por las evidencias del sentido y significado de los mismos, sembraron dudas. Recordemos que, cuando empezaron las denuncias, ella afirmó que las piezas eran “de antaño”, un frágil argumento porque ahora con la tecnología y el acceso a la información fue fácil verificar que el reloj era una pieza lanzada al mercado recientemente. Días después dijo que la compra era fruto de su esfuerzo y trabajo. La ministra de Vivienda, Hania Pérez de Cuéllar, le dio una mano y ensayó la hipótesis de que el reloj podía ser bamba.

Ya presionada por los medios, Boluarte dijo que los relojes se los había prestado su ‘wayki’ (amigo), el gobernador de Ayacucho, para que los luciera en sus reuniones como presidenta de la República. Varios se preguntaron “quién presta algo tan valioso” sin buscar algo a cambio. Y luego la presidenta enmudeció y vino el cargamontón de críticas.

El resultado de esto se evidenció en la encuesta de Datum publicada en El Comercio el 15 de abril en la que se detalló que el 92% de los peruanos no creía la versión de la jefa del Estado de que los Rolex eran prestados de su ‘wayki’, ni que las pulseras Cartier de más de US$50 mil eran piezas de bisutería fina de la marca Unique.

El filósofo francés Jacques Derrida (1995) señala que la mentira no es un hecho o un estado: es un acto intencional, un mentir. El que miente no es veraz porque la veracidad es la actitud y una predisposición a decir la verdad.

Pero hay otro nivel de análisis: lo verosímil. Se construye un discurso verosímil con evidencias y hechos conectados entre sí, y basta que un solo hecho sea mentira para que ese discurso se contamine totalmente. Lo verosímil es el sentido de credibilidad de las acciones basado en argumentos, en la retórica y en las evidencias, afirma Aristóteles, y agrega que en él hay un criterio de inteligibilidad; es decir, que sea entendible, comprensible a través de hechos conectados entre sí. Incluso en la literatura se puede construir, y así sucede, un discurso verosímil basado en hechos de ficción; solo requiere ser inteligible para lograr lo que Roland Barthes (1968) denomina como “un efecto de realidad”.

Vemos, entonces, que el discurso construido alrededor de los relojes Rolex no fue creíble desde la perspectiva enunciativa y ética. Se mintió, y mentir es intencional, y tales actos, tal y como afirma Derrida, están destinados al otro, a un otro o a otros (a los peruanos) para engañarlos, para hacerles creer en lo que se ha dicho.

“El hombre veraz –dice Aristóteles– sabe en su vida y en sus palabras decir la verdad, porque así lo pide su disposición natural. Un hombre de esta clase es realmente un hombre de honor”. La retórica política peruana no se enmarca dentro de lo que afirma el filósofo griego. Ni siquiera aspiramos a ello.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


Mariza Zapata es Editora de Contenidos Impresos