Gonzalo Banda

No creo que hayamos hablado lo suficiente de todos los peruanos que han perdido la esperanza en el país. Y, sobre todo, no se ha hablado lo suficiente del éxodo de talento juvenil que ha abandonado el país. La no es mayoritariamente una generación del país celebratorio, pero tampoco lo es mayoritariamente de la generación de un país en resistencia. Es decir, no pertenece en su gran mayoría a la generación de un país que se muestra orgulloso en foros internacionales como APEC, que presume de su rica gastronomía y de su legado cultural.

Pero tampoco pertenece en su mayoría a una generación de un país levantado y en rebeldía contra su clase política y sus autoridades. Esos países no dialogan, pero difícilmente representan a la mayoría de la ciudadanía. Los ciudadanos están más bien cansados, rodeados por el crimen organizado, asaltados por la delincuencia, asediados por el incremento de la pobreza y por el deterioro de las condiciones de vida. La mayoría de sus ciudadanos están sitiados y agobiados.

La generación del bicentenario nos muestra más a un país en descomposición. Un país que, como ha demostrado la encuesta que realizaron Ipsos Perú e IDEA Internacional sobre el estado de la democracia, se encuentra desmembrado y herido por una profunda desconfianza interpersonal. Y sin confianza interpersonal, sin que los ciudadanos puedan ver al prójimo a los ojos y se reconozcan semejantes y dignos de confianza, el Perú yace herido. El problema del Perú contemporáneo más allá de las crisis políticas y los gobiernos patrimonialistas, más allá de mandatorios que han abusado de su investidura y congresistas que han secuestrado el interés público, es que no existe un proyecto colectivo que sea mayor que la política de las guerrillas que ha desatado una lucha visceral por el control de las instituciones.

Solo así se entiende que los jóvenes piensen que el país ha fracasado y que es momento de construir en otros países. No se los debe culpar. La descomposición es tal que la crisis ha sitiado al mismo ministerio que debería combatir el delito y protegernos de las mafias, el Ministerio del Interior. La desarticulación de alguna de sus unidades que apoyan el trabajo de la fiscalía en los casos que se siguen contra la presidenta solo evidencia un páramo ingobernable en el que solo puede florecer el caos y en el que las mafias y el crimen organizado pueden atacar el interés público. La policía nacional está acechada por funcionarios públicos incompetentes e indolentes. Si el Gobierno no es capaz de proteger a sus ciudadanos y ofrecerles paz, la fractura entre los jóvenes y la política es irreparable. Lo más grave no es que el Perú pierda el grado de inversión en el mediano plazo. De eso nos hemos recuperado. Lo trágico es que para una generación se haya perdido la esperanza, y de eso no nos hemos recuperado en el pasado.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gonzalo Banda es analista político