Para salir del laberinto, por Enrique Bernales
Para salir del laberinto, por Enrique Bernales
Enrique Bernales

Hace pocos meses el país celebró la instalación del cuarto gobierno consecutivo elegido popularmente. Dieciséis años de democracia son pocos cuando existe una larga tradición de libertades políticas que generan estabilidad económica y progreso. En nuestro Perú, afectado históricamente por el golpismo y el desprecio a la legalidad, 16 años de continuidad democrática son como el anuncio celestial de un tiempo nuevo, donde la “promesa de la vida peruana” inicia por fin su andadura.

Pero de repente el bello sueño parece convertirse en una pesadilla; en un laberinto de aquellos en los que es fácil entrar, pero difícil y aterrador salir. ¿Qué es lo que está pasando? Pues más o menos lo mismo que cuando uno es saqueado y, lo que es peor, lanzado a la calle por quienes hasta ayer gozaban de nuestra confianza y amistad. 

Y no es que sea la democracia la culpable de este fraude. Es más bien gracias a ella que día a día vamos conociendo cuán victimas del engaño hemos sido. ¡Cómo no indignarnos cuando descubrimos que tras la fachada de la democracia, la corrupción se instaló como sistema! Cuando las necesarias obras públicas se convirtieron en pretexto para el sobreprecio, el soborno y la coima. Cuando ex funcionarios son investigados por presunción de delitos como la colusión o el enriquecimiento ilícito y quienes tenían la obligación de investigar y sancionar conductas delictivas parecieron preferir el silencio contemplativo o la vergüenza de mirar para otro lado.

En verdad, si no existiera en el país libertad de prensa, instituciones de la sociedad civil que incomodan porque han sabido mantener una conducta ética y personalidades –intelectuales y políticos– que ejercen con dignidad su independencia crítica, seguiríamos en el engaño de creer que echando tierra a lo que apesta, el mal olor desaparece. Pero basta ver cómo van apareciendo informaciones (como las que llegan de Brasil) para darnos cuenta de que la trama del robo recién la estamos conociendo y que nuestras peores sospechas pueden convertirse en dolorosas verdades.

¿Cómo salir de este laberinto? Desandar lo andado no es solución y correr a la desesperada es peor. Pero si aplico la lógica, reconoceré que afuera nos están buscando, que debo entonces encontrar aquellas señales que facilitan la salida.

Debo pues dirigirme al presidente porque su gobierno es el más afectado por el laberinto, no porque sea responsable de habernos metido en él, sino porque está al frente de la conducción del país. 

Por eso, permítame, presidente, en lenguaje coloquial y con cordialidad y respeto decirle: solo no puede. Usted, por lo precario del resultado electoral, carece de apoyo orgánico. Un nuevo escándalo puede desatarse en cualquier momento y sus efectos redundarán, hasta el punto de generar una crisis política donde los ingredientes podrían ser la pérdida de credibilidad, la desconfianza, el incremento de microclimas de confrontación; en suma, un preocupante descenso de la gobernabilidad. 

Nadie quiere un escenario como ese. Usted, que es persona inteligente, con habilidad y experiencia en el manejo de situaciones difíciles tiene la capacidad y la autoridad para convocar. Por favor, hágalo. Sin un acuerdo político donde la base sea la concordia entre Ejecutivo y Parlamento será difícil encontrar la salida. Exhorte como jefe de Estado para que, sin perjuicio de sus respectivas atribuciones y competencias, el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Contraloría General de la República y la procuraduría sean capaces de establecer mecanismos básicos de coordinación.

Convoque, señor presidente, reuniones de trabajo con los partidos políticos, las asociaciones, las instituciones y los gremios representativos. Es el momento de hacer alianzas para liquidar la corrupción. En fin, recupere para el diálogo las universidades. Las hay que son muy buenas, ellas son depositarias del conocimiento, del pensamiento crítico y de las investigaciones más valiosas sobre la realidad nacional. Usted, que se ha formado en las mejores universidades del mundo, sabe que esa capacidad instalada alberga más de una de las propuestas necesarias para evitar que la crisis se agrave.