Editorial: El contrato Urresti
Editorial: El contrato Urresti
Redacción EC

El flamante ministro del Interior tiene un estilo que, sin duda alguna, es peculiar. En los pocos días que lleva en el cargo ha protagonizado una serie de apariciones que han llamado mucho la atención. En la ceremonia de asunción del cargo prefirió dejar el micrófono para arengar a viva voz a los policías y terminar su discurso pidiendo tres ‘ra’ por la institución con sonoros golpes de pie en el piso. Al día siguiente lo vimos por televisión, vestido de policía, encabezando dos operaciones policiales. En la primera, la policía intervino en el llamado Nuevo San Jacinto ubicado en la Victoria, donde se comercializan partes de autos robadas, y recuperó una serie de motores, cajas de cambios, arrancadores, alternadores y otras piezas. En la segunda, la policía condujo a  39 vehículos con papeletas y a sus choferes a la comisaría. Un día después, el ministro dirigió nuevas operaciones en distintos distritos de la capital en las que se detuvo a 60 sujetos implicados en diversos delitos y se incautaron armas de fuego, droga y celulares robados. Posteriormente, el ministro apareció presentando 83 armas confiscadas a empresas comercializadoras de armas y municiones que operan en el departamento de Ica y que no cumplían con los requisitos de seguridad que exige la ley.

Quizá se trata de gestos políticos que buscan hacer sentir a la ciudadanía la presencia del ministro del Interior y su compromiso con la lucha contra el delito. Pero lo cierto es que la labor del ministro es la de diseñar y conducir las grandes políticas de combate de la criminalidad y no la de comandar a los efectivos policiales que van a detener a un grupo de ladrones de partes de autos o a choferes irresponsables. De hecho, resulta una pérdida de su valioso tiempo encabezar este tipo de operaciones cuando podría invertirlo en pensar cómo reformar el sector. Lo que este país necesita hace muchos años es un ministro del Interior que reestructure su cartera (o, como lo puso nuestro periodista y columnista Pedro Ortiz, que “reviva a un zombi”) y no a un Elliot Ness de La Cachina.

Por supuesto, es muy temprano para descartar que el señor Urresti se encuentre en capacidad de realizar dichos importantes cambios y, en este Diario, esperamos que tenga éxito y que la iniciativa que demostró en el combate de la minería ilegal le sirva también en la lucha contra la delincuencia. Pero lo cierto es que aún no ha planteado una estrategia concreta para reformar el sector y, en cambio, ha hablado de ciertas medidas que han sido muy cuestionadas. Por ejemplo, acabar con las ‘batidas’ de tránsito (es decir, dejar las calles sin ningún tipo de control) para combatir la corrupción policial, lo que se traduce en decir que, para que no cobre coimas, la policía se abstendrá  de hacer su trabajo. Una propuesta que revela una preocupante candidez y una aparente falta de conocimiento sobre qué debe hacerse con la seguridad. No solo eso, sino que, sumada a todo lo anterior, da la impresión de que estamos a punto de ver la repetición de una constante en este sector: la ausencia de agenda. ¿Se imagina, señor lector, dónde se encontraría el país si el Ministerio de Economía o el BCR se manejasen con la misma improvisación? Las medidas del Ministerio del Interior, después de todo, deberían tener detrás tanta teoría, planeamiento y control de su ejecución como lo tienen la política fiscal y monetaria.

El gran problema de la inseguridad no se va a resolver simplemente ordenando operaciones policiales aisladas, que no respondan a un plan concreto y bien estructurado de combate de la criminalidad. Lo que necesitamos es que el ministro desarrolle y presente ese plan, que fije los objetivos concretos que deben alcanzarse, que exponga  la estrategia para lograrlos, que señale un plazo razonable para obtener resultados y que presente los indicadores con los que la ciudadanía podrá medir su éxito. Animamos al ministro a distinguirse de sus predecesores y a fijar claramente los términos de este contrato que debe firmar con la ciudadanía. Y es que, si no plantea su gestión de esta manera, solo tendremos nuevos disparos al aire, el teatro mediático al que el gobierno nos tiene acostumbrados en materia de seguridad y, muy probablemente, un nuevo ministro del Interior en diciembre.