Editorial: Cortar y desatar
Editorial: Cortar y desatar

no es ciertamente Alejandro Magno y lo que pretende no es conquistar el Oriente, sino ganar las elecciones en el Perú. Pero, al igual que el antiguo rey macedonio, debió enfrentar hace poco un problema aparentemente insoluble.

Hacia el año 333 a.C. y en medio de la campaña para someter al imperio persa, Alejandro llegó a Frigia, donde fue confrontado con un intrincado nudo que el mito atribuía a un campesino de nombre Gordias, devenido luego soberano del lugar. Según la tradición, quien pudiese desatar el nudo gordiano tendría la puerta abierta para dominar los territorios que se extendían hacia el este: precisamente la hazaña que el joven caudillo militar ambicionaba. Dice la leyenda, sin embargo, que él simplemente sacó su espada y cortó el nudo de un tajo, sentenciando que “tanto monta cortar como desatar” (esto es, que hacer lo primero vale tanto como lo segundo).

La lideresa de , por su parte, debió encarar hace poco un desafío que, aunque más modesto, no lucía menos intrincado. Desde hace meses corrían rumores de que, en su esfuerzo por cambiar la imagen autoritaria del fujimorismo, ella estaba considerando dejar fuera de la lista parlamentaria que la acompañaría en las elecciones del próximo año algunos de los nombres más identificados con el régimen que se instauró después del golpe del 5 de abril de 1992. Se hablaba específicamente de Martha Chávez, Luisa María Cuculiza, Luz Salgado y Alejandro Aguinaga, y existía gran expectativa por ver qué sucedería con ellos el 10 de febrero, cuando el plazo para inscribir las candidaturas para el Legislativo expirase. Después de todo marginar de la lista a esos rostros ‘históricos’ del conglomerado naranja entrañaría también un costo para la postulante presidencial, pues podía ser visto como un gesto de deslealtad hacia los viejos colaboradores de su padre y, en esa medida, hacerla perder el voto ‘duro’ de los nostálgicos. 

El 19 de este mes, no obstante, adelantándose significativamente a la fecha definitoria, el ingeniero divulgó una carta en la que, con respecto a la nómina de Fuerza Popular para el Parlamento, afirmaba: “Es necesario que junto a las nuevas figuras incorporadas al fujimorismo se cuente con las candidaturas de congresistas de larga e impecable trayectoria”. Y luego mencionaba los nombres de los cuatro legisladores motivo de controversia. En buena cuenta, un ucase que ponía en entredicho la autoridad de su hija dentro del partido, y que no tardó en ser aprovechado por sus adversarios dentro y fuera de la carrera electoral. 

A partir de ese momento, entonces, Keiko enfrentó su propio nudo: ¿cómo podía reafirmar su liderazgo sin descolocar públicamente a su padre? Al parecer, solo diez días después, llegó a la conclusión de que no podía. Y, en consecuencia, en lugar de desatarlo, le dio un tajo. Es decir, anunció que tres de los cuatro discutidos parlamentarios (amén de otros 15 integrantes de la actual bancada naranja) no postularían a la reelección.   

Sobre los efectos que estas bajas traerán a la intención de voto fujimorista, las opiniones están divididas. Pero la verdad es que, desde el instante mismo en que el ex presidente hizo pública su mal disimulada exigencia, el asunto para ella dejó de ser si la exclusión de Martha Chávez y los demás era conveniente o no y se convirtió sencillamente en la necesidad de establecer sin sombra de duda su autoridad en Fuerza Popular. 

En ese sentido, si con alguien tendrían que estar molestos los marginados, es con el ex presidente que forzó lo ocurrido. Pero simultáneamente, por la misma razón, no se puede decir que la candidata fujimorista haya roto realmente con el pasado. 

Otros nudos gordianos se interponen en su camino. Por ejemplo, el de cómo hacer para dejar de llamar ‘errores’ a decisiones vinculadas con la corrupción y con la vulneración sistemática de las instituciones que se tomaron en los noventa con plena conciencia sin admitir con ello que su padre está justificadamente preso. Cuando le toque enfrentar estos otros nudos, habrá que ver si la comprensión de que no puede desatarlos la lleva a la misma tajante conclusión que ahora.