Editorial: La novela sin fin
Editorial: La novela sin fin

Los anuncios y especulaciones de tachas, exclusiones y renuncias han copado el panorama noticioso electoral y la atención de la ciudadanía. En la novela electoral que vivimos, los capítulos con más ráting tuvieron que ver con la salida de candidatos y los protagonistas fueron los jurados electorales especiales y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Combinados con el Congreso, estas instituciones han protagonizado un verdadero ‘desmadre’ (en palabras de Martín Tanaka).Todas las novelas, en especial las malas, deben tener un final. Esta historia, sin embargo, parece no tener cuándo acabar. 

Solo en esta semana se produjeron tres renuncias de candidatos presidenciales y listas parlamentarias. Hernando Guerra García (alianza Solidaridad Nacional y UPP), Yehude Simon (Partido Humanista) y Francisco Diez Canseco (Perú Nación), junto con sus respectivos partidos, siguen el mismo sendero, sin pena ni gloria, por el que ya habían transitado antes Vladimir Cerrón (Perú Libertario), Daniel Urresti (Partido Nacionalista), Renzo Reggiardo (Perú Patria Segura) y Felipe Castillo (Siempre Unidos).

Y aunque como expresión de libertad, no habría por qué impedir una dimisión, lo cierto es que los renunciantes se llevan demasiado premio para el magro papel que cumplieron en la campaña electoral. Como recompensa por su conveniente renuncia lograron conservar la inscripción de sus partidos políticos, gracias a la puerta de escape habilitada por la muy cuestionada Ley 30414, vigente desde enero de este año. Se compraron un boleto de lotería, no salieron elegidos y, aun así, les devolvieron el dinero de la compra para probar suerte más adelante.

Como resultado, a escasos ocho días de las elecciones, es probable que, mirando las bajas esperanzas que las últimas encuestas deparen para varias candidaturas, el elenco de renunciantes con las mismas consecuencias benevolentes se incremente. 

Ni siquiera nos pudimos ahorrar el papel de la cédula de votación, que tendrá el doble o triple del tamaño que hubiera tenido si los postulantes hubieran sido más humildes con sus aspiraciones y posibilidades y, sobre todo, si por lo menos se hubiera fijado una fecha límite razonable para que terminen con su aventura.

La incertidumbre, sin embargo, no se circunscribe a los candidatos salientes por voluntad propia. La indefinición del elenco final de la novela se debe también a las exclusiones que todavía podrían producirse.  

De acuerdo con el reglamento de inscripción de fórmulas y listas de candidatos aprobado por el JNE en octubre del año pasado, las autoridades electorales podrían excluir a un candidato hasta 10 días antes de la elección en caso detecte información falsa en su hoja de vida y hasta un día antes si es sentenciado con una pena privativa de libertad. Lo que no está establecido es el plazo de exclusión de los candidatos que entreguen dádivas, causal incorporada también por la polémica Ley 30414. Peor aún, el JNE no ha dado luces sobre cuál sería la fecha límite aplicable, ni ha mostrado intenciones de querer hacerlo. Esto, pese a que desde cualquier criterio de razonabilidad, esta fecha tendría que haber vencido ya.

Aunque draconiana y desproporcional –como lo hemos señalado ya varias veces antes–, el castigo de la exclusión ya se ha aplicado, y no tenemos –JNE mediante– claridad respecto de hasta cuándo se podría seguir aplicando la pena máxima. ¿Podría un candidato ser excluido el mismo día de las elecciones? ¿Podrían excluir a uno de los finalistas en segunda vuelta? Es tan absurda la situación que, sin un plazo, podríamos llegar a tener un presidente por ‘walk over’.

Bien haría el JNE en poner fin al suspenso y definir –interpretando la ley– hasta cuándo pueden renunciar los candidatos y sus listas –sin enfrentar el castigo de la pérdida de la inscripción en caso no superen la valla electoral–, y lo propio respecto de las exclusiones de candidatos por parte de los jurados electorales especiales. Salvo que, claro está, no quiera perder el rol protagónico que hoy tiene, muy a pesar de todos.