Más de una vez hemos tratado el problema de la mendicidad en nuestra capital. Lima es, hoy por hoy, la ciudad de los limosneros. Las calles centrales son campo abierto a las tácticas más audaces de los profesionales de la limosna. La Beneficencia Pública debe fundar un hospicio de mendigos que le permita extender su protección a los desdichados más dignos de lástima haciendo llevadera su existencia y dulcificando las amarguras de sus últimos días. Así se evitará un espectáculo bochornoso suprimiéndose también un factor de propagación de enfermedades infecto-contagiosas.
H.L.M.