Sí, es fraude, por Patricia del Río
Sí, es fraude, por Patricia del Río
Patricia del Río

La palabra ‘fraude’ viene del latín fraus fraudis, que significa ‘engaño’. Fraudes famosos han sido el monstruo del lago Ness, que resultó una broma de mal gusto de un vecino del lugar, las vírgenes que se echaban a llorar de Vladimiro Montesinos, la invasión de marcianos anunciada por Orson Welles o el mismísimo caballo de Troya, que se convirtió en el regalo más amargo de la historia de la humanidad.

Para que exista un fraude, en un sentido amplio del término, tiene que haber un engaño, se tiene que hacer pasar como verdadero algo que es falso. La pregunta que ha rondado todo este proceso electoral es ¿nos están haciendo creer que estamos eligiendo libremente cuando en realidad estas elecciones ya están decididas? Stricto sensu, no. Lo que tenemos este domingo son elecciones libres en las que los ciudadanos podrán hacer uso de su derecho al voto. Y, salvo algún grave (y poco probable) incidente, al final del día se declarará a los ganadores que pasarán a segunda vuelta. 

Sin embargo, y aunque suene contradictorio, habremos tenido elecciones, pero no habremos tenido fiesta democrática. Porque para que haya democracia, para que los ciudadanos puedan elegir candidatos que los representen, tendríamos que tener partidos políticos con visión de país y liderazgos. Organizaciones con democracia interna y construcción de bases sólidas. Tendríamos que contar con instituciones electorales confiables, cuyos miembros sean elegidos escrupulosamente por sus méritos. Tendríamos que tener reglas que favorezcan la igualdad de condiciones en la competencia, con financiamientos transparentes y cuya aplicación sea equitativa para todos los que cometen una falta o se salten un requisito. Tendríamos que procurar que los ciudadanos voten informados por quien quieren que sea su presidente y no solo para evitar una multa. Tendríamos que tener debates, discusión de propuestas, líneas programáticas que no se pierdan en los miles de ofrecimientos atomizados de los candidatos al Congreso. 

Pero no tenemos nada de eso: nos faltan las instituciones, las reglas, la sociedad civil organizada. Si la democracia se funda en estas tres patas, la nuestra no está coja, sino absolutamente inválida. Y a esa situación hemos llegado porque no se han hecho las reformas políticas y de Estado que se requieren para acompañar y potenciar ese crecimiento económico que tanto trabajo nos ha costado a todos.

Así que no quiero ser tumbafiestas, pero una vez más seremos parte de un fraude que se repite cada cinco años: iremos a votar, marcaremos nuestras cédulas, elegiremos nuevo presidente y nuevos congresistas con la misma ingenuidad con que los turistas fotografiaban al monstruo del lago Ness, los vecinos de Nueva York se escondían de los marcianos y las señoras del barrio enjuagaban las lágrimas de las vírgenes.