Presidente Kuczynski, por Marco Sifuentes
Presidente Kuczynski, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

¿Cuál es la hoja de ruta del presidente electo? Para tantear el futuro, hay que entender el pasado. Veamos.

Se han comparado estas elecciones a las del 2011 pero hay muchas diferencias. Entonces había que elegir entre el fujimorismo y un movimiento que prometía cambiar el modelo económico. Esto último, que para algunos era una amenaza, para otros era un plus. Es decir, para muchos peruanos, sobre todo en el sur, votar por Humala era doble ganancia: votar contra el fujimorismo y votar por el cambio. Para otros, sobre todo limeños, era un dilema: o votar por el fujimorismo o arriesgarse a perder sus privilegios. Humala firmó una hoja de ruta, una jugada que le permitió conservar a su bolsón sureño y pescar en el limeño. Ganó.

Paradójicamente convertido en el Humala del 2016, PPK no podía, creíblemente, ofrecer ningún cambio. Para el elector promedio, a nivel de “modelo”, tanto Keiko como PPK ofrecían lo mismo. La única –la gran– ventaja que tenía PPK era, sencillamente, no apellidarse Fujimori.

Y, por algún extraño motivo, decidió no aprovecharla.

Durante casi toda la segunda vuelta vimos un interminable desfile de simpatizantes fujimoristas disfrazados de analistas independientes –que eran invitados a paneles televisivos bajo la etiqueta de “columnistas” de esas webs que todos sabemos que solo leen sus propios colaboradores–. Todos ellos insistían, como en una consigna, en la delirante idea de que PPK no debía cargar las tintas en el antifujimorismo. 

PPK incluso lanzó un mensaje: “Para estar conmigo no necesitas estar en contra de nadie”. Estaba muy equivocado. Para quienes no eran ppkausas de primera vuelta, nunca hubo otra razón que no fuera, precisamente, estar contra la posibilidad del retorno del fujimorismo. 

El antifujimorismo –azuzado por el caso Ramírez-Chlimper– buscaba con desesperación aferrarse y no tenía de dónde. No encontraba un líder dispuesto a cumplir el rol que le había tocado. En mayo, la ventaja de Keiko se amplió de 2% a 5%. PPK tocaba la flauta mientras el barco se hundía.

Hasta que se decidió. Dicen que salió escaldado del primer debate. Finalmente había vivido en carne propia cuán bajo podían caer los fujimoristas. Cambió diametralmente. No a Keiko, Verónika Mendoza, “tú no has cambiado, pelona”. A diez días de las elecciones, la resignación dio paso al activismo. Los votantes se transformaron en militantes. La consigna: reducir el voto en blanco. 

Para muchos, PPK seguía sin ser lo ideal, pero al menos se mostraba capaz de encarnar cierta oposición. Es muy representativo que lo más coreado en la histórica marcha del 31 de mayo fuera “Keiko no va / Ya qué chucha PPK”.

Ya en Palacio, PPK no debe desgastarse en enfrentamientos innecesarios con un bloque de 73 congresistas. Pero, mucho menos, puede ignorar a una calle muy, muy activa que lo llevó a la presidencia con muchos reparos y que no permitirá que el próximo gobierno transe en asuntos, como, por ejemplo, la situación carcelaria de Alberto Fujimori. 

PPK no puede caer en el error de Susana Villarán: creer que han votado por él. Le toca gobernar para todos los peruanos. Eso incluye, por supuesto, a los fujimoristas. Pero también a quienes forman parte del que nuevamente ha demostrado ser el movimiento político peruano más grande del siglo XXI: el antifujimorismo.