La economía pierde velocidad y las recomendaciones para recuperar el crecimiento se centran más y más en la productividad. Si bien se conoce su importancia desde los inicios de la ciencia económica, el reconocimiento ha aumentado sustancialmente en las últimas décadas, en particular cuando se busca explicar el desarrollo a largo plazo. Sin embargo, no es lo mismo la productividad del corto y la del largo plazo, tampoco la productividad laboral y la de una economía.
Las referencias a la productividad se han multiplicado en los años recientes ante el estancamiento que empieza a afectar a casi todo el mundo más desarrollado y también al Perú. En nuestro caso, la evolución de la productividad ha sido identificada por el BCR como un elemento clave para calcular la dosificación correcta de la expansión monetaria. El monto de esa expansión debe corresponder al margen de oferta productiva que existe en la economía ante una expansión de la demanda. El banco cuida de no exceder ese margen, pero también de estimular la demanda si se determina que la producción nacional está en capacidad de absorber la mayor demanda.
Al mismo tiempo, se cita la evidencia de una caída en la productividad para explicar la desaceleración actual de la economía, pasando a recomendar medidas como una mejora en la educación y una reducción en las barreras administrativas que frenan la inversión y la actividad productiva. Sin embargo, las estadísticas no son claras debido al efecto de la cambiante coyuntura económica. El índice estándar de productividad no distingue entre la producción potencial determinada por el conjunto de recursos productivos y sus tecnologías, y la producción que en efecto es realizada según el nivel de demanda. Cuando caen las ventas por una falta de demanda, se produce una aparente pero falsa reducción en la productividad. Así, diversas mediciones recientes en el Perú indican una desaceleración en el crecimiento de la productividad cuando la verdadera causa sería la menor demanda. No es fácil, entonces, determinar si lo que necesita la economía es un conjunto de medidas estructurales para levantar la productividad o simplemente un aumento en la demanda. En ese contexto, la inversión es una solución salomónica porque beneficia de dos maneras: elevando la productividad futura y, al mismo tiempo, elevando la demanda.
Otra confusión consiste en atribuir toda la producción de una empresa a sus trabajadores. La empresa normal combina mano de obra con diversas formas de capital, como las maquinarias, las existencias y el gasto para crear una marca, y la producción se logra usando todos esos factores de producción. Dividir la producción entre el número de trabajadores no mide una “productividad laboral”. No obstante, el uso de ese cálculo es práctica común, creando la impresión de que la solución para los bajos ingresos laborales consiste en incorporar a todos los trabajadores dentro de empresas con alta capitalización, las que típicamente son empresas grandes y formales. Pasar de una empresa de menos de 10 trabajadores a una de 200 trabajadores puede elevar la “productividad laboral” en ocho veces, pero esas empresas grandes requieren once veces más capital por trabajador. Para este caso, Salomón hubiera recomendado transar entre el beneficio pequeño para muchos y la mejora grande para una minoría.