Trump y Trudeau, por Rolando Arellano
Trump y Trudeau, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

Cada país tiene el derecho a decidir su suerte en las autoridades que elige, pero la importancia de Estados Unidos hace que preocupe que Donald Trump pueda marcar una tendencia que afecte la apertura cultural, el comercio y el desarrollo mundial. Quizá no sea así, pues a 900 kilómetros de Washington, en Ottawa, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, muestra que algunos van en la dirección opuesta.

En efecto, Trudeau está haciendo historia en Canadá al poner en valor la apertura cultural y la igualdad que le ha permitido a ese país crecer y prosperar. Eso contrasta con Trump, que parece olvidar el gran aporte de la diversidad para la construcción del país que dirige.

Así, mientras Trump tiene un discurso ultranacionalista (a pesar de ser hijo de escocesa, nieto de alemán, casado con eslovena y con una ex esposa checa), Trudeau abre los brazos a los migrantes. Así, Trudeau Sinclair (un canadiense “pura lana”, descendiente de las dos grandes culturas fundadoras del país, la anglo y la francocanadiense) forma un gobierno con ministros de diversos orígenes raciales y culturales. Esto, por cierto, respetando la tradición de apertura de Canadá, que quien escribe esta columna ha vivido personalmente cuando fue uno de los ocho directores de la Facultad de Administración de la Universidad Laval, en Quebec, donde solo tres eran canadienses de origen, sin que nadie se sienta lesionado o sorprendido por ello. 

Y si Trump tiene un discurso machista, Trudeau nombra un Gabinete igualitario en género “porque estamos en el 2015”, mostrando que hay temas que no merecen más explicación y sustento que el sentido común. Además, mientras Trump quiere empezar a construir un muro con México y a poner aranceles mayores a las importaciones, Trudeau firma un TLC con Europa. Y frente al discurso antimusulmán del magnate, sorprende ver a Trudeau nombrando a un ex refugiado musulmán de origen somalí, Ahmed Hussen, ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía. Todo ello actuando con buen humor, simpatía, con la aprobación de la mayoría de la población y logrando resultados económicos razonables dentro de la crisis mundial. En una frase, mostrando que es posible crecer sin excluir.

En fin, el ver que en Canadá aparece una tendencia exitosa hacia la apertura social y comercial da esperanzas de que eso se repita en otras partes, y que la posición de Trump no se generalice tanto como muchos predicen. Más bien, siendo tan poco prácticas algunas de las posiciones del nuevo presidente, es probable incluso que luego se acerque a las de su vecino del norte. Porque hoy el único parecido que tienen ambos son las tres primeras letras de su apellido. Felizmente.