La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) presentó sus cifras más recientes sobre la pobreza en el país. De acuerdo con el informe “Evolución de la pobreza monetaria 2007-2016”, de los 6,5 millones de pobres que hay en el Perú, 3,5 millones viven en las ciudades y el resto en el campo.
No es la primera vez que las ciudades concentran más pobres que el campo. Según estimaciones de Javier Herrera, director de investigaciones del Instituto Francés para la Investigación y Desarrollo, en el 2004 (cuando había más de 16 millones de pobres en el Perú), 9,2 millones estaban en las urbes y 6,8 millones en zonas rurales.
Luego, en el 2008, la cantidad de pobres rurales superó a la de los urbanos y recién a partir del 2013 la pobreza en las ciudades volvió a preponderar. Esa tendencia continúa hasta hoy fomentada por la urbanización del campo y las migraciones.
Pese a que la pobreza urbana de la que hablan las cifras es notoria cuando uno camina ciertas zonas de Lima, varios especialistas consultados por El Comercio coinciden en que históricamente las políticas sociales han estado orientadas sobre todo a atender la pobreza del campo. El programa Juntos, por ejemplo, del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), otorga incentivos a familias de extrema pobreza sobre todo en comunidades y centros poblados rurales.
Para atender en específico el drama de ser pobre en las urbes, el Gobierno aprobó en febrero la creación del programa Prospera. Según la titular del Midis, Cayetana Aljovín, se trata del primer esfuerzo gubernamental por “articular las intervenciones [sociales] en las ciudades”.
“La pobreza urbana no había estado presente en la agenda. Identificamos acciones, pero estaban sin foco ni líneas de base. Si Cuna Más, por ejemplo, estaba en Villa El Salvador, el programa no existía en El Agustino”, explica Aljovín a El Comercio.
—El plan—
Según lo propuesto, Prospera tiene tres líneas de acción orientadas hacia la población pobre urbana: acceso a mercados de trabajo; acceso a servicios básicos de calidad e infraestructura social; y acceso a redes de protección.
¿Cómo se traduce eso en acciones concretas? De acuerdo con Aljovín, el reto consiste en sumar al programa a todas las entidades que trabajan temas de pobreza urbana, desde el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento hasta los gobiernos regionales y locales y las organizaciones privadas como parroquias y ONG. El objetivo es aprovechar su infraestructura y recursos para realizar acciones coordinadas por el Midis.
“Si se va a crear una cuna municipal en Bellavista, por ejemplo, podemos integrarla a través de Cuna Más. También podemos reforzar los centros de atención al adulto mayor, para que las mujeres puedan acceder al mercado laboral [y no se queden en casa]”, detalla Aljovín.
En su primera etapa, Prospera se aplicará en ciertos distritos de Lima. Luego de un año, se medirán indicadores como deserción escolar, acceso al agua, desnutrición y acceso al trabajo para verificar su éxito.
-La dura vida en el cerro San Pedro-
¿Cómo se vive con menos de S/328 al mes? ¿Cómo se mantiene a una familia siendo madre soltera y vendiendo cebiche de almejas por S/15 al día? ¿Qué quiere ser de grande un niño que crece con anemia en las alturas de Lima?
Para dar respuesta a estas interrogantes, El Comercio recorrió el cerro San Pedro, en El Agustino. Acompañados por miembros de la parroquia Santa Magdalena Sofía, que administra tres albergues infantiles, recogimos historias de tesón y esperanza.