Walter Martos se dirigió al Congreso flanqueado por sus ministros. No tenía duda de que lo investirían. FOTO: RENZO SALAZAR / GEC
Walter Martos se dirigió al Congreso flanqueado por sus ministros. No tenía duda de que lo investirían. FOTO: RENZO SALAZAR / GEC
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Fernando Vivas

No podía haber una tercera vez. En la confrontación de poderes, dos es el límite antes de la destrucción mutua. El Congreso mostró el músculo y negó, el martes 4 de agosto, la investidura a un primer ministro por primera vez en la historia de esa figura instaurada en la Constitución de 1993. Pero el Ejecutivo ya le había mostrado varias veces el músculo al congreso pasado planteándole cuestiones de confianza hasta disolverlo.