“No hay posibilidad de crecer con la confianza que se requiere sin seguridad”. Esta fue una de las primeras declaraciones del señor César Villanueva luego de que se hiciese público que él habría sido elegido por el presidente Humala para ocupar el cargo de primer ministro.

La frase, para fortuna de todos, parece revelar que el olfato político del señor Villanueva estaría bien afinado. Y es que en unas cuantas palabras identificó y relacionó con precisión dos de los principales obstáculos que el país enfrenta actualmente y en los que él debería concentrar su trabajo: la inseguridad ciudadana y la desaceleración económica.

Para quienes no discutimos “percepciones” sino cifras, la magnitud del problema de la inseguridad es bastante clara. Según el propio Ministerio del Interior, durante este gobierno el número de personas que han ido a una comisaría a denunciar delitos violentos ha subido en 37%. Asimismo, según el INEI, de cada 100 encuestados 38 declaran haber sido víctimas de la delincuencia entre julio y diciembre del 2012. Y, si queremos asustarnos aún más, basta con reparar en que la mayoría de crímenes cometidos en nuestro país no se denuncia.

Por supuesto esto no debería extrañar si, para empezar, el gobierno no dota a la policía de las herramientas básicas para combatir el delito. Por poner unos cuantos ejemplos, basta decir que el 40,7% de nuestras comisarías no posee una computadora propia que esté operativa, el 70,1% no tiene conexión adecuada a Internet, el 61,2% no tiene acceso al Reniec, el 45,5% no tiene acceso a Requisitorias Policiales y el 87,7% no tiene acceso al Sistema de Denuncias Policiales. Y, claro, ni hablemos de la hasta ahora insuficiente voluntad del gobierno por hacer una reforma profunda en la carrera y estructura de toda la policía.

Respecto a cómo enfrentar el problema de la desaceleración económica, por otro lado, hay también data que indica el camino por seguir. El pasado lunes, nuestro suplemento Día_1 publicó la primera Encuesta de Expectativas Gerenciales de El Comercio, que reveló los dos principales dolores de cabeza de los gerentes cuando se trata de hacer empresa: para el 82% de los encuestados se trata de la burocracia y para el 78% de la corrupción.

Esto, por supuesto, tampoco debería ser una sorpresa para quien no quiere taparse los ojos. El problema de la burocracia, por ejemplo, lo advierte todos los años el Foro Económico Mundial, cuyo Índice Global de Competitividad coloca al Perú en el puesto 128 de 144 países en la categoría “peso de las regulaciones burocráticas”. Y el problema de la corrupción lo describe bien la última encuesta de percepciones sobre la corrupción de Ipsos, que señala, por citar solo uno de sus reveladores datos, que el 73% de la ciudadanía estaría dispuesto a dar un obsequio o una suma de dinero para agilizar un trámite público.

Los problemas de la burocracia y la corrupción, además, se encuentran relacionados. Cuando el mercado termina plagado de engorrosos trámites burocráticos, es esperable que entre ellos se esconda la corrupción.

Hay, sin embargo, otro tema de máxima relevancia nacional que nos gustaría añadir a los dos correctamente identificados por el primer ministro. Uno del que depende, en buena cuenta, el progreso del Perú en el largo plazo. Nos referimos, por supuesto, a la reforma del sistema educativo.

Hasta el momento, el gobierno no solo no ha avanzado sino que ha retrocedido en este tema. La ex ministra Patricia Salas lideró una contrarreforma dirigida a desmantelar lo que se había avanzado durante el gobierno anterior en la reestructuración de la carrera pública magisterial. Ella fue del parecer de que había que empezar todo desde cero. Y en cero nos dejó.

Afortunadamente, la señora Salas fue reemplazada por el economista Jaime Saavedra, un investigador y funcionario internacional con una importante trayectoria en el tema educativo. Ojalá que el señor Villanueva también se comprometa con esta causa. Eso, finalmente, mostraría que su olfato no solo está bien afinado para detectar los obstáculos que nos dificultan avanzar en el presente, sino también para identificar estratégicamente aquellos que además son cruciales para nuestro futuro.