Ilustración: Víctor Aguilar
Ilustración: Víctor Aguilar
Fernando Vivas

El golpe del 7 diciembre tiene tantas narrativas abortadas como abogados ha tenido Castillo desde que fue detenido el mismo 7. Primero, se concentraron en decir que hubo intento frustrado, mera proclama, discurso desarmado; pero, golpe, lo que se dice golpe, no hubo.

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Luego, por cortesía de Guido Bellido surgió la teoría de la droga, rápidamente superada; y las redes castillistas se dedicaron a lanzar teorías conspirativas en las que Castillo era víctima de un complot de la CIA, de mafias de narcotraficantes infiltradas en las FFAA y hasta de los ‘iluminati’. Nada que postulara a narrativa, lo que se dice narrativa. Súmesele la reciente teoría -contada en un detector pasado- del ex ministro de Trabajo, Íber Maraví, cantando ‘Pedro se puso de carnada’.

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De esa catadura de historias es la que ha contado el abogado del lunes. Estaba flanqueado por los también defensores de Castillo, Wilfredo Robles, Guillermo Olivera y Walter Ayala. ¿Qué dijo Pachas? Que Pedro “se vio obligado a leer el discurso (...) Ese día, si no se le suspendía o vacaba, sele iba a matar”.

El problema con estas narrativas efímeras es que unas se anulan con otras. Ni siquiera se dan el tiempo de desarrollarlas con indicios que las hagan digeribles o con la mención de personajes secundarios. Ni siquiera -ya pasaron 3 días- será recogida por una fiscalía.

Tan improvisada fue la puesta en escena del cuento en boca de Pachas; que se anunció la presencia de Benji Espinoza, ex abogado de Castillo que renunció apenas se enteró del golpe. Pues Benji tuvo que salir a aclarar que no fue invitado, ni hubiera ido si lo hacían, ni presta crédito a semejante historia. A seis meses de defenestrado, no hay una sola narrativa en defensa de Pedro Castillo, sino varias y ninguna toma cuerpo.