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Chinchero.
Oscar García

Chinchero no era el destino final del fotógrafo brasileño Renan Cepeda (Río de Janeiro, 1966) la primera vez que llegó hasta allá, hace diez años, armado con todas sus cámaras y pertrechos de oficio. Lo que debió ser una visita de paso en ese pequeño pueblo, a 30 kilómetros de la ciudad de Cusco, se convirtió en una obsesión cuando fue noqueado por la belleza del lugar y la perfecta relación del hombre con la naturaleza. Apenas daba crédito a sus ojos. Se quedó unos días pero se prometió volver.

Diez años después de esa visión, Cepeda volvió al fin a Chinchero, en junio de este año, aunque en un clima menos amable. El motivo es la polémica por el futuro Aeropuerto Internacional de Chinchero, que reemplazaría al viejo Aeropuerto Velasco Astete, y que ha recibido mucha resistencia por parte de la comunidad académica. Se estima que el nuevo terminal aéreo de Chinchero permitiría un ingreso de entre seis y ocho millones de turistas al año, con vuelos directos desde Europa y Asia, mientras que con el antiguo aeropuerto el flujo asciende a 3,6 millones anuales, previa escala en Lima.

La preocupación lógica es el impacto que tendría una obra de esa magnitud en términos de afectación del paisaje cultural, de desarrollo urbano y patrimonio y hasta consideraciones medioambientales como contaminación visual y sonora, con naves pasando a cada rato. Una petición de la historiadora Natalia Majluf dirigida al presidente Martín Vizcarra, vía la plataforma Change, lleva casi 80 mil firmas, muchas de expertos de todo el mundo, que piden que por favor se desista del proyecto.

EL ESTADO ACTUAL DE CHINCHERO
Lo que Cepeda vio esta vez fue una pista de aterrizaje en construcción, ahí donde antes había una hermosa planicie. También encontró una población dividida, entre los que rechazan el proyecto y los que lo apoyan, porque esperan alguna ganancia extra por el turismo. “En Brasil han ocurrido cosas similares, como la construcción de la hidroeléctrica en las cataratas de Paulo Alfonso, en Bahía, que afectó todo el lugar. Pienso que no podemos naturalizar estos atropellos y que, más bien, debemos buscar formas alternativas de desarrollo”.

La peruana Luz María Bedoya es otra artista visual que viajó hasta allá entre los años 2017 y 2018 para documentar cómo se ha afectado el paisaje, específicamente en una zona llamada Nuevo Yanacona, que se ubica en lo alto de los terrenos agrícolas que los comuneros vendieron para la construcción del aeropuerto. Según Bedoya, en ese lugar se construye desde hace varios años una serie de grandes y complejas edificaciones de cemento, como atestiguan las fotos que ha tomado, que rompen por completo con la estética de la zona.

Peor aún, Nuevo Yanacona, que está inacabada y casi deshabitada, ha sido construida en una zona tan cercana al trazo del aeropuerto que tendría que ser destruida. “Es un contrasentido, pues su construcción –que por un lado transgrede violentamente el paisaje, pero que también ha significado una gran inversión por parte de pobladores locales– responde a las expectativas de sus propietarios de recibir una renta futura que les permita recuperar su inversión, por medio del alquiler de viviendas a los turistas y trabajadores que eventualmente traería el aeropuerto”.

, hechas en soporte analógico de blanco y negro y algunas digitales a color, condensan la “serie de desencuentros y expectativas truncadas de antemano”, cuya viabilidad merece, como mínimo, una revisión transparente, multidisciplinaria y lejos de cualquier anteojera política. //

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