AGENCIA MATERIA

El paleontólogo José Luis Sanz suele decir en broma que en el pueblo de Fuentes (ubicado en la localidad española de Cuenca) “hay dinosaurios para parar un tren”, pero en realidad no es una broma. Allí, en lo que hoy es el yacimiento de Lo Hueco, aparecieron en mayo de 2007 varios fósiles de grandes dinosaurios cuando se ejecutaba un túnel para la línea de alta velocidad entre Madrid y Valencia. Y, efectivamente, hubo que parar las obras del tren.

Lo Hueco es un tesoro paleontológico: su excavación sacó a la luz en unos pocos meses una de las mayores colecciones de restos de dinosaurios de Europa, casi 10.000 piezas fósiles, según Sanz. Es la Pompeya del Cretácico.

Entre esa masa de dinosaurios, almacenados hoy en una nave industrial a las afueras de Cuenca, había fieros carnívoros, como atestiguan unos enormes dientes afilados, y depredadores muy rápidos, como muestran otros restos pertenecientes a un bicho de un tamaño un poco mayor al de un velocirraptor . Pero no sólo había fieras.

Uno de ellos era en apariencia especialmente bonachón, un enorme titanosaurio de 15 metros de longitud y un cerebro diminuto: apenas 8 centímetros de largo. “El análisis de sus restos, sobre todo del oído interno, muestra que era un animal lento, especialmente para los movimientos de los ojos, la cabeza y el cuello”, expone Sanz, catedrático de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid.

EL DINOSAURIO DEL VINO ESPUMOSO Sanz forma parte de un equipo que ha analizado los restos fosilizados del cráneo de este titanousaurio, un animal que se paseó por lo que hoy es Cuenca (España) hace 70 millones de años, comiendo plantas y arbustos. Los científicos han llevado a cabo una reconstrucción en tres dimensiones de una parte del cráneo que muestra que aquel gigante de largo cuello fue, como el resto de sus primos los saurópodos, “uno de los dinosaurios menos equipados desde un punto de vista sensorial”, en palabras de Sanz.

El paleontólogo francés Jean Le Loeuff describió un nuevo género de dinosaurios titanosaurios en 1995, a partir de restos fósiles aparecidos en una viña de blanquette de Limoux, un vino espumoso ancestro del champán y típico de la región del Languedoc. Lo llamó ampelosaurio, un nombre derivado de las palabras griegas ampelos (vid) y sauros (lagarto).

El equipo de Sanz —que incluye a Fabien Knoll, del CSIC, y a Francisco Ortega, profesor de Biología en la UNED— cree que su dinosaurio bonachón también es un ampelosaurio, pero posiblemente de otra especie diferente a la francesa. “Vemos diferencias, pero no podemos asegurar que sea una nueva especie, porque todavía tenemos que analizar sus vértebras y extremidades, básicamente”, admite Sanz. Su trabajo se publica hoy en la revista PLoS ONE.

El análisis ya debería estar hecho, pero la crisis económica ha parado el proyecto. El plan de los investigadores era comenzar el estudio de los 10.000 fósiles de Lo Hueco en un nuevo Centro Nacional de Investigación en Dinosaurios que habría ocupado dos edificios en la zona, uno como museo y otro consagrado a investigación. Pero las diferentes prioridades del nuevo Gobierno de Castilla-La Mancha han congelado de momento el plan.