RAÚL ALARCÓN
Cuenta la leyenda que dos hermanos encontraron una serpiente bicéfala en la que se había encarnado el mismo demonio. Trataron de deshacerse de ella, pero la serpiente arrasó con todo lo que había a su paso y justo en el momento en que iba a exterminar a la población el cerro Blanco se abrió y salvó a todos.
En agradecimiento los pobladores fundaron un centro religioso y vivieron a sus pies por más de 600 años, entre el 200 y 850 d.C., en lo que hoy se conoce como la Huaca de la Luna.
Este complejo, ubicado a ocho kilómetros al sur de Trujillo, está formado por tres pirámides truncas con vestigios de frisos en los que se pueden apreciar desde ceremonias religiosas, actividades cotidianas hasta reproducciones de la máxima divinidad moche conocida como Ai Apaec.
Y si la Huaca de la Luna fue el complejo político-ceremonial de los moches, la Huaca del Sol (que se ubica al frente y a la que no se puede acceder) funcionó como centro administrativo.
HERENCIA MOCHE En el museo Huacas de Moche se puede apreciar una serie de importantes ceramios y objetos que ayudan a comprender mejor la cosmovisión moche.
Entre los objetos más representativos se encuentran singulares ceramios, como el pato guerrero, el sacerdote ciego con cicatrices en el rostro, así como un manto felino, prenda forrada en láminas de oro con soporte de algodón y cuero, decorado con plumas.
LA SEÑORA DE LOS TATUAJES El Complejo Arqueológico El Brujo se ubica a una hora en auto desde la ciudad de Trujillo.
Aquí, en la denominada huaca Cao, se halló en el 2006 un fardo funerario con los restos de una mujer ataviada con joyas que impactó al mundo no solo por su buen estado de conservación, sino también porque se trataba de la primera prueba concreta de que en el Perú prehispánico hubo zonas gobernadas por mujeres.
El fardo, que pesaba 120 kilos, tenía dibujado un rostro humano en la capa exterior, a la altura de la cabeza. Tras un minucioso trabajo de excavación se recuperaron los fardos que cubrían su cuerpo y así los arqueólogos pudieron develar las relucientes narigueras, coronas y collares de oro que lucía la Señora de Cao.
Otro hecho que llamó la atención de los arqueólogos fue descubrir el perfecto estado de conservación de los tatuajes de la soberana, la cual presentaba figuras de serpientes, peces y otras representaciones cargadas de simbolismo.
UN TESORO DEL VALLE La Señora de Cao puede apreciarse en un ambiente cuidadosamente climatizado para su preservación en el museo de sitio que se levantó junto a la huaca en la que fue encontrada.
En el recinto también se pueden apreciar los once ceramios de diversos períodos con los que fue enterrada la también llamada Dama de los tatuajes junto a quince collares de oro, cobre y piedras preciosas, además de sartas de aretes de cobre con incrustaciones de turquesas.
Otros objetos de gran importancia y valor son las 44 narigueras con las que fue enterrada la soberana, las cuales son piezas de delicada orfebrería que combinan oro y plata.
Las 23 estólicas de madera, forradas en cobre dorado, que acompañan a la Señora de Cao están ornamentadas con representaciones de aves y personajes. El hecho de encontrar estos propulsores de lanzas en la tumba (armas que se utilizaban en la caza ritual del venado y en la que solo participaban miembros de la alta jerarquía moche) marcó todo un hito en esta clase de descubrimientos.