Fue con el libro “Comentarios reales” (1964), a sus 22 años, que ‘Toño’ Cisneros no solo obtuvo el Premio Nacional de Poesía de ese año, sino que encontró una voz propia, en una mezcla de precocidad y talento poéticos. Es una idea generalizada que “Comentarios…” fue un poemario que sintetizó una rápida madurez, y que dejó para la historia bibliográfica sus dos primeros libros: “Destierro” (1961) y “David” (1962).La historia del Perú pasaba por esas páginas que filtraban la aguda mirada del poeta y su conciencia descarnada, en un estilo prosístico, de versos cortos y medida expresividad. En “Comentarios…” lo racional controlaba lo emotivo, ese elemento desbordante que Cisneros rechazó siempre. Así logró incursionar, desde muy joven, en la tradición poética peruana.
Otro poemario clave fue el cuarto que publicó, “Canto ceremonial contra un oso hormiguero” (1968), con el que obtuvo el Premio Casa de las Américas ese mismo año. Una capacidad innegable de su destreza con las palabras se graficaba en una gran plasticidad conceptual y en un coloquialismo esencial y crítico.Las lecciones que le dejaron la poesía de vanguardia, la poesía inglesa y la antipoesía condimentaron la visión artística de este limeño que andaba en los campos de sentidos contrastantes de la posvanguardia. Cisneros rompió lo convencional y lo políticamente correcto en poesía. Y tanta fue la resonancia de ese poemario “hormiguero” que el interés por la poesía de Cisneros se “continentalizó”. Ya en ese nivel, su propuesta prendió el interés de la crítica internacional y académica, más allá de la crítica literaria local.La experiencia europea a finales de los años 60 fue un baldazo de agua cálida para sus necesidades intelectuales y artísticas. Vivió en Londres muchos años, y con el tiempo no tardaron en aparecer otros libros importantes: “Agua que no has de beber” (1971)”, que recoge poemas anteriores, entre estos el solicitadísimo “Para hacer el amor”; y “Como higuera en un campo de golf” (1972).
Sobre “Cómo higuera…” el crítico inglés William Rowe ha dicho que “quizás sea el libro más exigente de Antonio Cisneros”. Es difícil ponerse de acuerdo en qué libros son los imprescindibles en su caso, puesto que casi todos lo son. Sin embargo, hay consenso en señalar que, para acabar con los años 70, “El libro de Dios y de los húngaros” (1978) es un poemario de notable peso poético, en el que la sencillez se aúna a una amaestrada retórica personal.El poeta redondeó la faena del siglo XX con un libro que estará en cualquier historia de la poesía peruana contemporánea: “Las inmensas preguntas celestes” (1992). De esta forma, Cisneros se convirtió -joven aún- en un poeta mayor de la generación del 60 y de las siguientes generaciones, porque fue capaz de demostrar acentos y retóricas distintas, dentro de una misma poética.Reconocido por su propios congéneres como un maestro, el buen Toño acentuó y concentró su trabajo con la palabra poética como si fuera un artesano del Medievo. Esa labor la vivió desde fines de los años 60 y el camino que siguió hasta el 2012 nunca lo alejó de ese oficio; un oficio en el que nunca se sintió obligado a dejar de vivir con intensidad y vitalidad.La poesía era su lema íntimo, y en paralelo se desarrolló su interés por el periodismo literario, aunque siempre manteniendo una mirada irónica, paródica, socarrona e ingeniosa ante los hechos de actualidad. La ironía era su sello personal, en prácticamente todo lo que pensaba, decía y hacía. Esa era su conducta no solo en la prensa escrita, donde fue notable cronista, sino también en la prensa radial (entre 1995 y 1998) y televisiva (entre 1998 y 2000, primero, y luego en el 2001).
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Premios como el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2010), además de condecoraciones y cargos culturales marcaron su vida. Respetó siempre el lugar de la poesía en su vida personal y en la vida de sus compatriotas; prueba de ello fue su libro antológico “Propios como ajenos”, donde uno podrá recalar por horas interminables.Antonio Cisneros Campoy, uno de los pocos poetas peruanos cuyos libros han sido traducidos a 14 idiomas, falleció a los 69 años, el 6 de octubre de 2012, a consecuencia de un cáncer al pulmón.