En su edición de tarde, El Comercio difundió la triste noticia de la muerte del multifacético personaje nacional Javier Prado Ugarteche, un 25 de junio de 1921.
En sus 49 años de vida Prado Ugarteche se convirtió en el hombre de los discursos emblemáticos, destacó en la política nacional, brilló como diplomático y tuvo una fructífera labor literaria. Una de las avenidas más extensas de Lima lleva su nombre, y no es para menos.
“Súbita muerte del doctor Javier Prado y Ugarteche” tituló el decano. Una foto del reconocido abogado peruano acompañó la información en primera plana.
“En forma inesperada y violenta ha dejado de existir el doctor Javier Prado y Ugarteche”, agrega la nota. Lima estaba conmocionada por su desaparición a pocas semanas de celebrarse el centenario de nuestra independencia.
Ese sábado, a las 7 de la mañana, fue encontrado sin vida por su mayordomo japonés, quien entró a su habitación llevándole el desayuno como todos los días.
Al no reaccionar a su llamado, el empleado buscó ayuda médica. Se presentó en la casa el doctor Pérez Araníbar, quien solo pudo certificar el lamentable deceso, señalando que debió haber acontecido alrededor de las 5 de la mañana.
Su hermano, don Mariano Ignacio, fue notificado por sus sobrinos. Al llegar a la residencia de don Javier sufrió un serio percance, desvaneciéndose por el impacto de lo sucedido. El doctor Pérez Araníbar también tuvo que brindarle atención médica.
Prado Ugarteche nació en 1871 y sus padres fueron el general Mariano Ignacio Prado, quien ejerció dos veces la magistratura suprema de la nación, y la arequipeña Magdalena Ugarteche Gutiérrez.
Estudió en el colegio La Inmaculada y se graduó en Letras y Derecho en la Universidad de San Marcos, donde a partir de 1892 fue un calificado catedrático en Literatura castellana e Historia del arte.
Se integró al Partico Civil y durante el gobierno de Pardo y Barreda (1904-1908) ejerció el cargo de ministro de Relaciones Exteriores por dos años consecutivos.
Labor diplomática
Normalizó las relaciones con Chile y defendió la doctrina del plebiscito de Tacna y Arica. También suscribió un Tratado de Comercio con Bolivia e inició el estudio de los límites entre Perú y Brasil. Asimismo, negoció acuerdos con Ecuador y Colombia.
En el primer gobierno de Augusto B. Leguía (1908-1912) asumió el cargo de presidente del Consejo de Ministros y ministro de Gobierno.
Fue opositor al régimen de Guillermo Billinghurst y tras el golpe de 1914 se comprometió en el restablecimiento de un gobierno constitucional.
Fue un confeso amante de la cultura y la educación. En 1915 resultó elegido rector de la Universidad de San Marcos y, además, creó el Museo Arqueológico y el Museo de Historia Natural.
Entre sus obras más destacadas tenemos “El método positivo en el Derecho Penal” y “La evolución de la idea filosófica en la Historia”.
Su famoso discurso de 1894
Al abrirse el año universitario en San Marcos pronunció un importante y bien documentado discurso, que versó sobre el régimen del coloniaje. Lo hizo con erudición y sagaz espíritu crítico, mereciendo los más entusiastas elogios de los historiadores peruanos y extranjeros.
En paralelo a su trajín universitario, abrió su estudio de abogados, uno de los primeros y de los más acreditados en Lima.
El gran rector
Cuenta Jorge Basadre que durante su gestión en el rectorado de San Marcos se produjo un hecho singular que lo pinta de cuerpo entero.
En octubre de 1917 los estudiantes universitarios lo proclamaron “Maestro de la juventud”, ocasión que eligió para compartir un discurso inolvidable sobre las “Nuevas orientaciones humanas”.
Perteneció a la Academia Peruana de la Lengua, conformó una de las bibliotecas particulares más completas y exquisitas de Lima y fue un gran coleccionista de obras de arte.
El 19 de octubre de 1919 pronunció una célebre alocución en la Asamblea Nacional: “La política, tal cual algunos la entienden, no atrae mi espíritu, ni turba mi criterio, ni inclina mi voluntad. Yo no aspiro a ninguna otra satisfacción personal que a la mayor que puede proporcionar la vida, que es la de pensar libremente y la de proceder con arreglo a la conciencia”.