Hace 50 años el Sumo Pontífice convirtió en beato a Maximiliano Kolbe, quien estuvo internado en el campo de concentración de Auschwitz (Oswiecim, en polaco).
Pablo VI proclamó al padre Maximilian Kolbe como la primera víctima de los campamentos nazis inscrita en la nómina de los benditos, en una solemne ceremonia en la basílica de San Pedro, en la que estuvo presente Franciszek Gajowniczek, el hombre por el cual Kolbe se canjeó para morir.
El Papa, el primero que ofició una ceremonia de beatificación en la historia de la Iglesia, declaró en un discurso ante los 25.000 fieles asistentes, que el padre Kolbe fue “quizás, la más brillante y luminosa figura que surge de la oscuridad de la época nazi”.
Sollozando en silencio en muchos momentos de la ceremonia, y ubicado cerca del altar, estaba el prisionero de Auschwitz número 5659, el ex sargento del ejército polaco Franciszek Gajowniczek, a quien el padre Kolbe se prestó a reemplazar en las celdas del campamento reservadas a los condenados a muerte.
El padre Kolbe, conocido entre los prisioneros de Auschwitz hasta su muerte, el 14 de agosto de 1941, como “nuestro padrecito”, dio un paso al frente de entre una fila de reclusos para reemplazar a Gajowniczek, quien había sido seleccionado como uno de diez hombres que debían ser ejecutados en represalia por la fuga de un compañero de infortunio.
El abnegado sacerdote pidió reemplazarlo porque Gajowniczek era casado y con un hijo. Cuando el oficial nazi le preguntó por los motivos de su ofrecimiento, el padre Kolbe contestó: “Porque soy un sacerdote católico”. Tres semanas más tarde fue asesinado con una inyección de ácido carbólico, mientras yacía desnudo en una celda subterránea.
Gajowniczek, quien asistió acompañado por una delegación del Gobierno de Varsovia, fue designado para portar hasta el altar y poner en manos de Pablo VI las sagradas hostias en la misa.
El ex sargento, en ese momento de 70 años, lloró y se llevó un pañuelo a los ojos cuando se leyó, en lengua polaca, la formal petición de beatificación del padre Kolbe, mientras un solemne himno era entonado por unos 5.000 de sus compatriotas, procedentes de todas partes del mundo.
El Sumo Pontífice, quien celebró la misa junto al cardenal Wyszynski y al arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla (futuro papa Juan Pablo II), aclamó al padre Kolbe en su exposición como “el humilde y gentil fraile franciscano de increíble audacia”.
Historia de una beatificación
En 1963, el cardenal polaco Stefan Wyszynski (1901-1981) fue quien solicitó al papa Pablo VI la beatificación de Kolbe. Luego, en 1966, los obispos de Alemania se sumaron al pedido de los polacos, pues consideraban que esto sería de gran importancia en la reeducación de los alemanes para la paz del mundo.
Kolbe nació en 1894 en Zdunska Wola, ciudad polaca que en ese momento pertenecía al Imperio ruso. En 1906 experimentó una visión de la Virgen María, lo que le impulsó a unirse a los franciscanos. En 1912 estudió filosofía y teología en Roma y en 1917 fundó “Los caballeros de María Inmaculada”.
De retorno a su país, en 1939 fue arrestado por la Gestapo, pero luego liberado. Se dedicó, entonces, a darle refugio a los judíos perseguidos. Por esa actividad fue detenido otra vez en 1941.
Fue llevado a Auschwitz, pero aún en su condición de prisionero ejerció como confesor y entregó la comunión mientras estuvo con vida.
Canonizado en 1982
En la plaza de San Pedro, ante 150 mil personas, Juan Pablo II canonizó a Maximiliano María Kolbe, con la presencia de 13 mil peregrinos polacos.
A sus 82 años de edad, Franciszek Gajowniczek también estuvo presente. Asimismo, participó de la ceremonia monseñor Konrad Sweda, compañero del padre Kolbe en Auschwitz.
Al referirse a la muerte de Kolbe, el Papa habló sobre “la inmensa hecatombe que significó la presencia de tantos inocentes en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial”.
El papa Francisco en la celda de Kolbe
El 29 de julio de 2016, tal como lo habían hecho antes Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco pisó el ex campo de concentración de Auschwitz, en Polonia.
Francisco ingresó a pie, cruzando el arco de entrada en el que se puede leer la irónica frase: “El trabajo los hará libres”.
Se sentó en un banco para orar y luego continuó su recorrido. Llegó hasta el patio a donde eran llamados los condenados a muerte y donde en 1941 Maximilian Kolbe ofreció su vida por otro prisionero.
Finalmente, bajó a la celda de Kolbe y en la penumbra permaneció sentado durante diez minutos, en total silencio.