Procedente de Los Ángeles y recuperándose de una operación de apendicitis, Luis Miguel llegó al Perú en octubre de 1991 para realizar dos conciertos en la capital y uno en Arequipa. Esta era la primera vez que llegaba a Lima sin su padre, el cantante Luisito Rey, quien manejaba su carrera artística desde 1982. Sus propias declaraciones confirmaron los rumores sobre el final de su relación laboral.
“Fue una separación que los dos pedíamos a gritos”, comentó el intérprete de ‘Cuando calienta el sol’, ‘Entrégate’ y otros éxitos musicales. Cuatro décadas más tarde, la serie biográfica de Netflix mostraría los entretelones de la resquebrajada relación entre padre e hijo que se agravaría con la desaparición de su madre Marcela Basteri.
Durante la conferencia de prensa, en el Hotel Crillón, el ‘Sol de México’ anunció que había terminado de grabar su nuevo long-play. Se sentía renovado, pues en sus propias palabras: “Ahora tengo mucha injerencia dentro de lo que hago”. Afirmó que nunca se había sentido un producto porque “ser auténtico es la base de las cosas”. Era la época en la que lucía una melena alborotada que jalaba todo el tiempo. Manía que fue aprovechada por el cómico Jorge Benavides para imitarlo en ‘Risas y Salsa’.
A sus 21 años, Luis Miguel era el joven ídolo que tenía a su club de incondicionales siguiéndolo por todo Lima. Cargando pancartas y sus cámaras fotográficas buscaban capturar ese momento Kodak con el divo mexicano.
Sin contratiempos en los equipos de sonido y con la totalidad de las entradas vendidas, Luis Miguel se presentó en el Tropical Garden del Hotel Crillón y en el coliseo del Colegio San Agustín. Su espectáculo incluyó un ‘video wall’, formado por 21 televisores de 27 pulgadas. Cerraría la gira peruana en la Ciudad Blanca.
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