Todo un personaje para su época, pues cursó estudios universitarios ante la sorpresa y, en muchos casos, la oposición de ciertos sectores, entre ellos la Iglesia. A pesar de ello, el 3 de octubre de 1874 el gobierno dictó una resolución suprema para autorizarla a rendir examen en la Universidad San Antonio Abad del Cusco. Ese fue su primer logro.
La combativa Enríquez había nacido en 1846 en la ciudad imperial, gestando sus talentos intelectuales en un ambiente de reuniones culturales, no estando ajena al desarrollo social de su entorno.
En las páginas de El Comercio
El 23 de junio de 1875 El Comercio la menciona y dice: “Esta señorita cuzqueña, venciendo no pocas dificultades y resistencias ha rendido muy lúcidos exámenes en la Universidad del Cuzco para continuar sus estudios académicos”.
El decano indica además que Enríquez “es la primera mujer en el país y quizás en América del Sur que se ha propuesto seguir la carrera de Derecho, probando así que la mujer puede conseguir mediante el estudio el título de abogado y ocupar así un lugar distinguido en las universidades”.
El Comercio, respaldando el empeño de la peruana, sostiene que “muy honroso sería para nuestro país si nuestras inteligentes compatriotas tratasen de imitar la conducta altamente recomendable de la señorita Enríquez”.
Duro camino hacia una meta personal
Trinidad empezó rindiendo severos exámenes para acceder a la profesión de maestra en el Colegio de Educandas del Cusco y se dedicó a enseñar en un colegio particular de Instrucción Media de niñas.
Llegó a dar clases de Filosofía, Historia Natural, Química y Álgebra. Ya en la Facultad de Jurisprudencia confirmó su brillante nivel académico e intelectual.
No sorprendió entonces que coronara sus estudios de Derecho e intentara de inmediato, como era de suponer, el grado de abogada que le correspondía por justicia y esfuerzo personal. Aquí fue que se topó con el enorme muro de los prejuicios de la época y la carencia de una legislación adecuada. El título empezaba a convertirse en una estrella lejana.
Sin embargo, los reconocimientos no le escasearon. En 1877 El Comercio informaba que se le había expedido el diploma de profesora de Instrucción Primaria. Y en 1878 el decano anunciaba que la esforzada María Trinidad había recibido una medalla de parte de las damas limeñas por su labor encomiable como jurista en el Ombligo del Mundo.
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Batalla en el Congreso
Su perseverancia la puso ante el Poder Judicial y luego ante el propio Congreso de la República. El 7 de setiembre de 1878 María Trinidad Enríquez dirigió a ambas Cámaras del Parlamento un oficio recordando que en 1874 había sido admitida en la Universidad del Cusco.
Y enfatizaba que había realizado estudios profesionales en la Facultad de Jurisprudencia durante tres años y que su expediente había sido calificado con mérito para optar el grado de Bachiller.
Indicaba asimismo que obtenido ese grado le correspondería ingresar al Tribunal Superior de Justicia para luego alcanzar la profesión de abogada, procedimiento que no se encontraba previsto para una mujer en la legislación vigente en el país.
Por ello Enríquez pedía a los congresistas expedir una resolución que le confiriera los grados académicos que solicitaba y que se le permitiera hacer prácticas en las Cortes Superiores de Justicias.
Finalizó su pedido con esta preclara reflexión: “Cumpliendo el importante deber de procurar el progreso literario de todas las clases sociales y haciendo mérito del espíritu que me anima, que es abrir carrera profesional a las personas de mi sexo, se sirva acordar en mi favor la correspondiente concesión para que pueda optar la profesión indicada”.
Su demanda se debatió y hasta participó el ministro de Instrucción Mariano Felipe Paz Soldán, quien exhortó a los congresistas a permitir que las mujeres pudieran optar por una carrera profesional. Pero no hubo resultados concretos.
En 1881 el Jefe de Estado Nicolás de Piérola le concedió la posibilidad de recibirse como abogada. Pero Enríquez no aceptó esta gracia presidencial, pues su demanda había trascendido el plano personal por un reclamo colectivo que cobijaba a todas las mujeres que quisieran optar un título profesional.
En el Congreso que sesionó en Arequipa durante la ocupación de Lima se dio un Decreto Supremo que establecía que ninguna mujer estaba impedida de obtener títulos profesionales. Pero todo quedó en el papel al no realizarse las modificaciones complementarias.
Salud resquebrajada y final
El 3 de junio de 1889 El Comercio informaba en una breve nota sobre algunos problemas de salud relacionados a un tema cerebral que estaban aquejando a María Trinidad.
Hasta que el 16 de mayo de 1891 una triste noticia enlutó a los cusqueños. Nuestro diario informó sobre la partida de Enríquez por una afección al cerebro, ocurrida en el mes de abril.
En sus últimos años de vida fundó para los artesanos del Cusco una Escuela Especial y una Biblioteca perennizando su elevada sensibilidad social. La noticia sugiere que las decepciones que cosechó contribuyeron al deterioro de su salud, lo que derivó en su muerte prematura.
En 2021 el Ilustre Colegio de Abogadas del Cusco la incorporó póstumamente con el registro de colegiatura 01 y además bautizó su sede como Casa María Trinidad Enríquez.
Enríquez murió hace 131 años, pero le sobrevivió su mensaje de lucha constante por la realización profesional de las mujeres, que no es más que la extensión de su realización como personas.
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