El funicular es un vehículo en el cual la tracción se hace por medio de una cuerda o cable, generalmente sobre rieles, pero en todo caso nunca suspendido en el aire como es el caso de un teleférico. Hace unos días se anunció el proyecto de construir uno en Miraflores. Mientras se discute su viabilidad, recordemos cómo fue la experiencia de tener un funicular en el vecino distrito de Barranco.
A finales del siglo XIX, en Barranco funcionó un funicular, en forma de caseta que descendía y ascendía por un riel y llegaba hasta los baños, en el mar. Con capacidad para 28 personas, su propietario fue el ingeniero alemán Rodolfo Holting.
El joven distrito tenía 20 años de fundación cuando el funicular fue inaugurado un 13 de octubre de 1895. Desde las 7:00 a.m. los trenes trasladaban a ese lugar a muchas personas de Lima y Chorrillos. A esa hora el maquinista encargado Pedro A. Garbich tenía seguridad del buen funcionamiento de esta máquina.
A las 2:00 p.m. las plataformas alta y baja del funicular estaban decoradas. La bandera peruana flameaba junto a pabellones de diversos países. Entre cintas de papel de colores y otros adornos, se inició el primer descenso a la plataforma de los baños en la playa con el cronista del diario decano como muestra de confianza de su seguridad.
En días previos a su inauguración, la población tenía temor respecto a este aparato de locomoción. Como siempre las mujeres dieron ejemplo de valentía al formar parte de las primeras pruebas de su funcionamiento.
La gran fiesta
La bendición estuvo a cargo del canónigo Faustino Méndez, acompañado del también canónigo Juan Manuel Rodríguez. Fueron padrinos del acto la señorita Angélica Gonzáles y Rivera y el señor Rospigliosi Vigil, Secretario de la Prefectura de Lima, en representación del señor Prefecto quien no pudo asistir.
Después de la bendición, el funicular no dejó de bajar y subir repleto de familias, en su mayor parte, de Lima y Chorrillos. Viandas, vinos y licores abundaban en el malecón, en los baños y en el pasaje de la subida a Barranco donde las personas se detenían en la gruta de la Virgen de Lourdes.
El funicular fue el punto de encuentro de la sociedad limeña que disfrutaba los meses de verano bajando a la playa y disfrutando de fiestas de carnavales y tardes de tertulia. En 1903, el funicular, que cada media hora anunciaba su salida con un campana, cerró. Al poco tiempo sería reabierto hasta que en 1976 dejó de funcionar definitivamente. Los altos costos de mantenimiento y la desaparición de los baños de Barranco propiciaron su cierre.
El funicular requiere restauración, pues sus acabados de filigrana en madera fina se deterioraron con el tiempo. Además, hace falta reparar totalmente el sistema de locomoción.
En la década del 90, el otrora servicio de transporte se convirtió en un museo donde se realizaron algunas exposiciones. Aunque en dos oportunidades las autoridades han tratado de reanudar su funcionamiento, los vecinos que viven en el pasaje Funicular y las calles Domeyer y Junín se han opuesto rotundamente debido a la estrechez de sus calles.
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