Podría ser el colmo de las pesadillas para un ecologista: bombas que caen en los alrededores de la Gran Barrera de Coral en Australia, un área protegida que es Patrimonio de la Humanidad y que se estima que ya perdió más de la mitad de sus corales en las últimas tres décadas.
Pero no es un mal sueño: sucedió de verdad el pasado martes, aunque los datos sólo empezaron a salir a la luz pública este fin de semana.
Afortunadamente las cuatro bombas no explotaron, pero permanecen bajo el agua dentro del área protegida, a unos 30 kilómetros de distancia del arrecife coralino más cercano.
Este lunes, la marina estadounidense dijo que está considerando su retiro y la autoridad que administra los 345.000 kilómetros cuadrados de área marina protegida, la Great Barrier Reef Marine Park Authority, pidió la rápida recuperación de las bombas.
Eso, a pesar de que considera que el riego que suponen para el medio ambiente marino es bajo.
El incidente ocurrió durante el programa bienal de ejercicios militares conocido como Talisman Sabre, en el que participan tropas de Estados Unidos y Australia.
Estos ejercicios tienen lugar en un área de entrenamiento militar, la Shoalwater Bay Military Training Area, dentro de la zona protegida, en Central Queensland, a unos 100 km al norte de la ciudad costera de Yeppoon.
Las autoridades militares de EE.UU. indicaron que dos aviones AV-8B Harrier, que vuelan con poco combustible, tuvieron que arrojar las bombas en un lugar no previsto tras detectar la presencia de barcos civiles dentro de la zona aprobada para su lanzamiento, en la isla de Townshend.
Al parecer, los aviones dejaron caer las bombas para aliviar lastre, porque se estaban quedando sin combustible y no podían aterrizar con tanta artillería a bordo.
Dos de los proyectiles eran bombas explosivas que estaban desarmadas antes de ser lanzadas y las otras dos eran artefactos inertes o no explosivos, según fuentes militares.
UN EJERCICIO QUE FUE MAL El comandante William Marks, portavoz de la Séptima flota estadounidense, le dijo este lunes a la cadena estadounidense ABC que los pilotos no tuvieron otra opción más que arrojar las bombas en la zona de la Gran Barrera de Coral.
La prioridad fue encontrar un lugar en el que hubiera el menor impacto. Creemos que las soltamos en un lugar que no suponía una amenaza para la navegación, dijo el comandante, Marks, quien aclaró también que el lanzamiento de emergencia se realizó en coordinación con las autoridades australianas.
Según el portavoz, se desconocen las razones por las que había barcos civiles dentro de la zona de entrenamiento.
Las bombas están a una profundidad de unos 50 metros, y a una distancia de 50 kilómetros de la costa y de 30 kilómetros de los corales.
Según un comunicado de la autoridad australiana que administra la zona protegida el impacto inmediato sobre el medio ambiente marino se cree que es insignificante.
Sin embargo, para muchos grupos ecologistas y activistas del país, lo ocurrido refleja los peligros que entraña realizar maniobras militares en esta zona y es sólo el más reciente de un historial de incidentes.
“La Bahía de Shoalwater tiene una de las costas más prístinas de toda Queensland, que incluye humedales protegidos, hábitats de tortugas y de dugongos y rutas migratorias de las ballenas, dijo Robin Taubenfeld, activista de la organización Amigos de la Tierra de Australia.
La guerra nos es compatible con el medio ambiente, y el entrenamiento militar no puede ser verde. Ni la isla de Townshend, el verdadero destino de estas bombas, ni ninguna otra parte de la Gran Barrera de Coral, deberían ser utilizadas para la actividad militar, dijo Taubenfeld, que pidió el cese de los ejercicios bianuales.
EJERCICIOS POLÉMICOS Pero la polémica en torno a estos ejercicios militares es anterior al incidente de las bombas.
Los Talisman Sabre han sido objeto de múltiples críticas desde su inicio en 2005, no sólo por parte de ecologistas sino también por parte de grupos comunitarios de activistas, que denuncian su impacto ambiental y social.
Algunos residentes en localidades cercanas como Yeppon se han quejado del ruido de las explosiones y los vuelos de las aeronaves a baja altura.
Otros tienen preocupaciones medioambientales.
Una de ellas es el impacto que las detonaciones submarinas y los sonares, que usan la propagación del sonido bajo el agua para navegar, puedan tener sobre las poblaciones locales de ballenas, tortugas, dugongos y corales.
Pero la oposición a los ejercicios no es universal: varios funcionarios de la ciudad cercana de Rockhampton, en Queensland, valoran los ingresos que cada dos años aportan a la economía de la zona los 28.000 efectivos estadounidenses y australianos que participan en los ejercicios militares.
Y paradójicamente algunos ecologistas creen que el hecho de que se haya delimitado una zona para entrenamiento militar ha evitado el desarrollo de la construcción y la agricultura en la costa, dos de las principales cusas del deterioro del arrecife en otras partes del país.
Preferiríamos que no tiraran bombas sobre el arrecife pero lo principal en nuestro radar es la urbanización en otros puntos de la costa, dijo Felicity Wishart, de la Sociedad australiana para la conservación marina.
Entretanto, varios estudios publicados la semana pasada alertan de que en 2011 la salud general de la Gran Barrera de Coral empeoró, pasando de moderada a pobre.
Destacan, además, que desde 1985 se ha perdido un 50% de la superficie coralina.
El enorme arrecife, de casi 2.900 kilómetros de longitud, alberga a 1.500 especies de peces y 4.000 tipos de moluscos, según datos de la Convención del Patrimonio de la Humanidad de la ONU.