MIGUEL VILLEGAS @prakzis
Tenía todo en contra: la talla, la voz, el pelo. Como alguna vez lo tuvo también Maradona. Andrés Iniesta era un muchacho de provincia que había llegado a La Masía para probar que, como Bochini o el mismo Diego, podía ser un crack sin necesidad de estar lleno de músculos o usar el pelo largo con gomina.
Tenía 12 años y había sido figura en el Torneo Nacional Alevín de Fútbol 7 de Brunete. Barcelona –que alguna vez había fichado a un hombre parecido en 1982 al que llamaban Pelusa- vio en él lo que solo algunos detectan: una promesa.
Tiempo después hizo lo mismo con Messi. Y no se equivocó. Un titular grosero apareció tras sus primeros juegos en el Barza B, en 2002: “Es un invento”. Iniesta todavía no había marcado el gol con que España salía por primera vez campeón del mundo en el 2010. Un hombre de su posición (y precisión), Juan Román Riquelme lo apoyó en los vestuarios y públicamente. Lo bancó: “En las canteras hay un talento: se llama Iniesta y va a jugar mejor que todos nosotros”.
Las razones de Román se asentaban, básicamente, en su idea de fútbol. 1) Para jugar al fútbol no se necesita ser grandote, sino dar la talla. 2) No el que corre más, corre mejor. 3) Los partidos se ganan en los medios, es con la pelota.
“Ahí”, es el medio del campo, un lugar que Iniesta ha colonizado para sus intereses. Parte de ahí para encontrarse con Xavi y luego con Messi para hacer del Barcelona el club más inolvidable de los últimos 30 años. Y partió de ahí, del medio, para ese gol con el cual entró a la historia grande de España, en Sudáfrica 2010.
Pensar que decían que era un invento. Lo último que se ha dicho sobre Andrés es que parece un sencillo profesor de escuela. Por su look, sus buenos modales, su talla small. Y se equivoca. Profesor no es. Cada vez que uno lo ve venir debe decirle: ahí está el maestro.