PEDRO CANELO @jovennostalgicoDesde Río de Janeiro
Se llama James Rodríguez, tiene 22 años y nació en Colombia. Si tuviera un año menos, podríamos afirmar que estamos ante el candidato más serio para ganar el premio a mejor jugador joven del Mundial Brasil 2014. El volante colombiano anota los goles más bonitos, ha estado parejo en todos los partidos del equipo de Pekerman y hasta nos ofrece clases de salsa en cada una de sus celebraciones.
Después del ‘Pibe’ Valderrama, me cuesta recordar otro volante colombiano con tanto desequilibrio. Talentosos en Colombia hubo muchos, pero decisivos pocos. El equipo cafetero que había llegado más lejos en un Mundial (antes de este mágico once de Pekerman) fue aquel de 1990, con el ‘Pibe’ inmenso para pasársela a Rincón y conseguir el empate ante Alemania. A ese nivel estratosférico ha comenzado a acercarse James. Aceleró el paso, se puso zapatos de astronauta y se convirtió muy rápido en un jugador fuera de este mundo.
Cuando terminó el partido entre Colombia y Uruguay, tuve que acercarme a un par de colegas colombianos que estaban en Belo Horizonte y decirles que fallé. Antes de los partidos, lo normal es que un periodista deportivo se equivoque. Creía en Uruguay, su experiencia, su capacidad para jugar finales difíciles. Miraba a Colombia con entusiasmo pero puse objeciones en la juventud de sus jugadores. Dicen que los partidos son para los jóvenes y los grandes campeonatos para los viejos. El equipo de José está derrumbando una teoría.
Pero James Rodríguez hoy también es noticia en Perú porque lo están comparando con Reimond Manco. La única similitud entre ambos fue coincidir en el Sudamericano Sub 17 del 2007. Esa vez, Colombia goleó 3-0 al equipo de Oré y James, con solo 15 años, hizo uno de los goles. Al final lo de Manco fue superlativo y se llevó el premio a mejor jugador del torneo. James quedó segundo. Y allí comenzó a crecer esta distancia. El futbolista peruano que rápidamente destaca es arrojado rápidamente a la fosa común del club de los “ya la hice”. Ha pasado muchas veces, un 'pelotero' nacional anota un gol en el torneo local, es portada rápida en los diarios y les hacen notas humanas en la TV. Después de eso, le hacen su primer contrato, compra su casa, adquiere ropa y camina por las calles con audífonos gigantes. Siente que “ya la hizo”. Con James pasó todo lo contrario.
El virtuoso volante colombiano es un hijo de la constancia y de la adversidad. Fue abandonado por su padre y buscó en el fútbol la forma más rebelde de responderle a la vida. Su camino fue llevado con calma pero con inteligencia. A los 18 años llegó a un club argentino de media tabla (Banfield) para jugar como titular, se fue a Portugal y hoy está en la lista de los cinco top del mundo. Paciencia y paso firme. A James le costó su primera portada, para Reimond quizá todo fue demasiado fácil.
Debemos replantearnos todos cómo funcionamos como país futbolístico. Fallamos todos: los dirigentes que no establecen un sistema con clubes forzadores, la prensa que regala portadas fáciles a chicos que solo han tenido una cuarta de hora de brillantez y los hinchas que muy rápido pasan de la alabanza al instinto de destrucción. Por eso, quizá, nuestros futbolistas se demoran tanto tiempo para madurar.
Mientras cerraba la laptop, antes de volver al hotel, pensé que mi pésimo pronóstico del Colombia-Uruguay tuvo que ver con la deformación de la realidad que tenemos en el Perú. Le decimos “chiquillos” a futbolistas de 23 o 24 años. Todos los ex ‘Jotitas’ son mayores que James Rodríguez. Cuando esperemos menos, cuando exijamos más, podremos algún día tener un James Rodríguez. Hoy solo nos queda mirar con nostalgia a un tal Reimond Manco.