Christian Cueva recibió el golpe de Cuadrado sin reaccionar. El comando técnico de la selección no solo le ha trabajado el juego y el físico sino también la mente. Ha dejado de pensar en él para pensar en el otro; el poder del nosotros siempre es mejor que el poder del yo. Se mostró activo, solidario, vital y trascendente. Tuvo que ver en las pocas ocasiones de riesgo que generó el equipo en primera fase: definición ante Brasil, jugada previa al gol a Venezuela, pase a Joel para la más peligrosa con Colombia. En ataque, tomó buenas decisiones, movió el balón rápido y bien.
Los reproches por su mal comportamiento en Alianza nos alejaron del análisis más valioso: el juego. Gareca, con una debilidad por los futbolistas de buen pie, confió en él para su proyecto en Perú y promovió el plan para potenciarlo junto al preparador físico Bonillo y el psicólogo Marcelo Márquez.
Confianza es la palabra que más ha repetido Cueva. No desaprovechó la oportunidad y liberó todos sus recursos en benefi cio colectivo. Gareca, valiente en la propuesta, le planteó duelos individuales ante Dani Alves o Cuadrado y el jugador peruano más cuestionado de la convocatoria estuvo a la altura. Lo hizo con sacrificio para darle un apoyo a nuestro lateral, y con posesión se mostró, jugó e hizo jugar. Entendió que en el nivel internacional, los buenos futbolistas se distinguen por resolver fácil. Cueva no ha cambiado radicalmente. Lo que cambió fue la conducción del entrenador.
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