Oscar BalbuenaAnalista
Antes de escribir sobre la final de la Copa América, que sin duda se jugará entre los dos mejores equipos del torneo, quería plantear la siguiente hipótesis: el Perú es el país que más idolatría tiene por su selección nacional de fútbol, es líder mundial en el grado de asimetría entre la exuberante convocatoria, movilización social y mediática que genera, y la lamentable indiferencia extrema que demuestra esa misma sociedad en su vinculación y adhesión a los clubes.
Tremendo y estructural problema que tenemos de cara al futuro, y que teniendo un origen cultural nos carga con un lastre que contamina cualquier proceso de institucionalización y crecimiento sólido del fútbol profesional en nuestro país. El domingo pasado, en día de descanso en la Copa América, Alianza Lima, el primer o segundo club del fútbol peruano, convocó con entradas de cinco soles a 2.000 pagantes a un partido internacional contra La Equidad de Colombia. Penoso, un verdadero disparate, y así es muy difícil crecer más allá de las tangenciales emociones que genera el equipo de todos, en contrapartida a los clubes de nadie.
Entrando en la final, el favorito de todos, y por cierto de Betsson, es Argentina, que paga a ganador una cuota de 1,53, mientras que Chile pagaría 2,35 veces el monto apostado si lograse el título de campeón.
Argentina tiene el plus de Messi, que paga por un gol en la final una muy buena cuota de 2,40, y cuenta con un plantel con un potencial ofensivo inigualable en el mundo. Sin embargo, en contrapartida al frente está Chile, con una selección muy trabajada, con hambre de gloria, que suele agrandarse ante rivales teóricamente superiores y con una propuesta agresiva, que es garantía de una gran final.