A las recientes acusaciones de Football Leaks de incumplir con el fair play financiero, con la distraída mirada de la FIFA y la UEFA, el PSG sigue siendo la ejemplificación mayor del despilfarro que no encuentra congruencia entre lo invertido y los resultados obtenidos. En siete años como dueño del club parisino, Nasser Al-Khelaifi ha reclutado las joyas que ha deseado para una corona europea que no ha podido lucir. Beckham e Ibrahimovic también decoraron su lista de compras con facturas que redondearon los 1.000 millones de euros. El magnate catarí tampoco ve hoy que la dupla Neymar-Mbappé le genere la excitación futbolística que tanto desea.
Después de la presentación de ayer en el mítico San Paolo, ese templo donde se le rinde pleitesía eterna a Maradona, queda al descubierto que el once de Tuchel tiene príncipes pero no un rey en la cancha. Tiene dos estrellitas con delirios de grandeza que todavía no ofrecen los matices que necesita el nuevo cuadro parisino para tomar forma de obra de arte sobre el campo.
A nadie se le ocurriría soslayar la magia de Neymar o el extraordinario presente y futuro de Mbappé. Sin embargo, por las características anárquicas de ambos se necesita un equipo que los respalde. Se requiere una estructura sólida detrás. Eso es lo que todavía no ha logrado el técnico alemán, que ha producido chispazos de juego a buen nivel aunque sin poder sostenerlo para arropar mejores resultados en la Champions. Carece de equilibrio, lo más complicado en el armado correcto del balanceo de las piezas sobre la cancha. Le sobra calidad, jerarquía y experiencia en su plantel. Pero la mezcla de todos esos ingredientes sigue sin ser una receta efectiva y exitosa. En su torneo nacional le funciona con las resoluciones individuales para sortear con sencillez los pocas trampas que le presentan sus rivales. El problema radica cuando las complicaciones aparecen en duelos europeos.
Al-Khelaifi juega a ser Florentino Pérez y ya vemos cómo le va. Bajo su gestión la elección de sus técnicos no perece ser errada. Ancelotti –tres Champions ganadas–, Blanc, Emery y ahora Tuchel son entrenadores de prestigio y de comprobada calidad. Lo que sigue sin funcionar es la combinación de todas las piezas. Y la arista que necesita pulirse está en el rincón privilegiado que ocupan las estrellas. Urge la necesidad de incluirlos en un todo colectivo para que el PSG sea realmente un candidato de garantías.
El 1-1 en Italia ha dejado al cuadro parisino al borde de otro ridículo. A falta de dos partidos su camino lo conduce a la puerta trasera de la Europa League, una vergüenza que podría tener como parangón la humillante eliminación en octavos ante el Barcelona tras desperdiciar el 4-0 en París. Ese deshonroso 6-1 en el Camp Nou no se olvida. El sueño europeo se conquista con algo más que los millones de Al-Khelaifi.
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