“Hay preocupación, pero no presión”. Los números contradicen a Pablo Bengoechea. Esta noche, Alianza Lima debutará en la Copa Libertadores 2020 con la obligación de comenzar a mejorar la histórica mala imagen en el certamen de la Conmebol.
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Han pasado 17 partidos desde que el equipo íntimo supo lo que es ganar en el torneo de clubes más importante del continente. Precisamente, la última victoria fue frente al Nacional de Montevideo, el mismo rival de hoy, por 1-0. En los ocho años siguientes, Alianza solo pudo rescatar tres empates ante rivales argentinos –Huracán, Boca Juniors y River Plate–, todos jugando en la capital.
En tiempos en los que el Fondo Blanquiazul, principal acreedor de la institución, quiere darle un manejo corporativo al club, aparece como una urgencia volver a celebrar a nivel internacional. No solo por la fuerte inversión hecha para este año (se fichó a once futbolistas), sino también porque si se busca convertir al equipo en un club poderoso fuera del Perú, el paso inicial es mostrar avances ante los ojos de Sudamérica.
“El gran objetivo del fondo es ser claro dominador del fútbol nacional y comenzar a competir internacionalmente. Y obviamente, más adelante, poder pelear la Libertadores o la Sudamericana. Pero es un proceso”, nos comentó Diego Gonzales-Posada, presidente del Fondo Blanquiazul hace algunas semanas.
Un título y dos subcampeonatos dejan en claro que Alianza es fiable en la liga nacional. Y es probable que con el plantel que formó le alcance para pelear una nueva estrella. El problema es afuera, en donde los íntimos hace mucho tiempo solo participan. Para recordar la última vez que compitieron en la Libertadores, tendríamos que retroceder hasta la Copa del 2010, en la que clasificaron a los octavos de final y se dieron el lujo de bailar a Estudiantes de La Plata, que llegaba como campeón de América. En aquel certamen donde brillaron el ‘Zorrito’ Aguirre y José Carlos Fernández.
Será la segunda Copa Libertadores para Bengoechea, quien tendrá la oportunidad de cobrarse la revancha y trasladar al extranjero esa percepción de equipo confiable, a pesar del mal arranque en la Liga 1.
La Copa Libertadores también servirá para el otro gran objetivo de los victorianos. En el Fondo Blanquiazul tienen claro que el futuro de Alianza pasa por sus divisiones menores y la transferencia de futbolistas. Es un plan ambicioso, en el que la venta de jugadores se convierta en el primer ingreso de la institución por encima de la televisión.
Beto da Silva, Aldair Fuentes u Oslimg Mora, por citar algunos nombres, se valorizarán mejor con una buena fase de grupos en un equipo competitivo que llegue a los últimos juegos de la Copa con chances de avanzar a octavos o a la Sudamericana.
Mejor vitrina que la Libertadores para un equipo peruano no hay. Para Alianza Lima, la Copa no solo será el reto de cortar una larguísima mala racha, sino la gran chance de mostrarse como el equipo que en los últimos años, en lo económico y deportivo, ha dado grandes pasos hacia adelante.