Cuanto más unas lágrimas son tan necesarias y dejan al desnudo aquel sacrificio por un logro. Marcelo Gallardo tiene la pinta de un guerrero inquebrantable, pero que sufre por dentro. Puso pausa a la muerte de su madre de hace dos semanas por mantener la concentración de su equipo. Ya con el título de la Sudamericana se quebró ante cámaras por primera vez: “Se lo quiero dedicar a mi vieja”.
En junio llegó diciendo que respetaría la historia del club y lo ha cumplido. Gallardo se ha sentado en el banco y ha plasmado en el campo un River Plate reloaded (renovado). Diríamos mejor un 2.0. La evolución de un equipo que juega un fútbol vistoso con intensidad. El juego técnico, fuerte y con mucha ‘pressing’, de su época de futbolista, lo ha plasmado en este equipo de River y le está dando resultados. Hasta el pasado doce de noviembre, cuando cayó por un gol contra Estudiantes, acumuló más de siete meses sin conocer la derrota en los noventa minutos entre Primera División, Copa Argentina y Copa Sudamericana. En la misma prensa argentina se hablaba de este equipo como uno que “gusta, gana, golea y escribe historia”.
Para los peruanos, recordar a Marcelo Gallardo es traer a la memoria la final ante Cienciano por la histórica Sudamericana en 2003. En el Monumental de River y en Arequipa, el ‘Muñeco’, y como es su posición natural, jugó de número ‘10’, detrás de los delanteros. De local con Maxi López y de visita se sumó Marcelo Salas. Sus incisivos pases detrás de los defensas y buena colocación a las espaldas de los nuestros fueron siempre una llave de gol. En ese sentido, Gallardo fue siempre más un asistidor que un artillero. Es más, nunca se caracterizó por anotar demasiado -43 goles en 232 partidos con sus clubes-, pero se puede decir que ganó todos los títulos que pudo: cuatro Aperturas, dos Clausuras de Argentina; una Ligue 1; una Supercopa de Francia; dos Copa de la Liga; un Campeonato Uruguayo; una Copa Libertadores; una Sudamericana y medalla de plata en los Juegos Olímpicos del 1996. Tras dos años y dos títulos en Nacional de Uruguay –como jugador y técnico- dejó el equipo con el simple motivo de extrañar a su familia: “Este es el momento de reencontrarme con los míos después de cumplir con el desafío de dirigir a uno de los equipos grandes de Sudamérica y el mundo”.
Casi al finalizar la temporada está a puertas de poder ganarlo todo (o perderlo todo). Ya campeón de la Sudamericana y en el segundo lugar del Torneo Argentino a dos puntos de Racing y a falta de una fecha. Lleva solo seis meses y se habla de uno de los mejores equipos de River en la historia y él como uno de los mejores técnicos. Una afirmación discutible si recordamos, por ejemplo, el equipo de estrellas del 96, aquel River donde brillaban Francescoli, Macelo Salas, Ortega, Solari, Sorín, Almeyda, Ayala y el mismo Gallardo. Ellos, quienes ganaron la última Copa Libertadores de River Plate.
“Me gustaría una victoria con autoridad y buen juego”, dijo antes del partido de vuelta ante Boca Juniors por la Sudamericana. Marcelo Gallardo, como jugador se le podía ver al primer guerrero de un ejército. El más rudo y fuerte. El que puede luchar por el amor de una mujer o por su nación, al mismo estilo de ‘300’. Ahora está al borde del campo, como director de batallas que infunde en sus jugadores temperamento y sentimiento para asumir cada partido y capaz de cambiar dos días después las lágrimas tras la muerte de su madre a un grito de victoria o ahogar su grito de triunfo por un llanto sensible y sincero.
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¿Qué le espera a River Plate tras ganar la Copa Sudamericana? ⏩ http://t.co/vqBEePNEro pic.twitter.com/k72HeTbaf2— DT El Comercio (@DTElComercio) diciembre 11, 2014