El grito de gol no se escuchó más que en el corazón de un joven que como ‘salvavidas’, entró para ser protagonista. Leonardo Rugel abre el marcador en Matute, pero el 1-0 solo se ve en tablero electrónico. En La Victoria, solo se escucha el silencio unos segundos y luego vuelve el aliento blanquiazul otra vez.
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Porque en Matute cada uno celebra su victoria en medio de la derrota blanquiazul. Lo hace Alex Succar con el 2-0 y un festejo absurdo -que habla más de él que de la burla que pretendía-. Lo hace ese hincha crema en occidente que sale escoltado de la tribuna no sin antes recibir varios golpes de los -malos- fanáticos blanquiazules.
No todo es perfecto en un lugar con tanta gente. Las agresiones -por más provocaciones que existan- no se justifican. Porque va más allá del daño que se ocasione al rival, es también atentar contra la propia casa. ¿Querrán los hinchas íntimos una sanción de tribunas cerradas? Hoy se arriesgan a eso.
Si ya el aliancista ha demostrado ser mejor alentando, nada gana agrediendo. No representan al club, pero sí le hacen daño a la institución que busca dar el salto más allá de lo deportivo. Nada ha cambiado en algunos aspectos.
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Matute, el lado bueno
El escenario estaba dado para una fiesta. Pero tras el pitazo final, solo festejan tres niños que juegan a marcar un gol en el arco sur. Para ellos la alegría del fútbol está más allá de un resultado. El pegarle al balón, el disfrutar del arroz con pollo -a pesar de la enorme cola- o del ser felices con sus vasos personalizados con los colores blanquiazules.
Pero la fiesta estuvo en la previa, cuando el fútbol aún no saborea el amargo de la derrota. Es que basta un “kikirikiki” para confirmar que en Matute se canta en un solo sentimiento, el de Alianza. Si bien el clásico fue solo con hinchada local, hoy por hoy no hay mejor fiesta que ver a los aliancistas acudir religiosamente a su estadio.
Porque si hay una persona con la camiseta de Alianza ya es tu amigo y puedes compartir tus nervios del clásico con él. Porque faltan tres horas para el partido y Matute ya hierve en aliancismo. Volvió a ser escenario de un clásico luego de tres años y cada emoción compensó la larga espera. Desde aquel que canta aún en Isabel La Católica o del mismo policía que luego de espantar a muchos ‘hinchas’ a palazos en los alrededores, los graba luego en la tribuna por la forma cómo alientan.
En el entretiempo se rindió homenaje a Kimberly García, la doble campeona mundial de marcha. La atleta huancaína recibió una camiseta de parte de los embajadores Teófilo Cubillas, Hugo Sotil, José Velasquez y Pitín Zegarra.
Gran gesto del club íntimo, que pudo ser mejor. Estaba en el campo una campeona mundial y la hicieron correr sola alrededor del campo. Y hasta anoche, no había ninguna publicación en las redes sociales del club.
Vale el gesto, de todas maneras, pero para una campeona mundial, hace falta mucho más que eso.
Porque solo Alianza logra que el tradicional ‘Cariñito’ no suene con su letra original. “Vamo’ Alianza” se escucha en la voz de Mauricio Mesones. Porque si se dejar la garganta se trata, nada mejor que con el buen ritmo de la tradición blanquiazul.
El olor a anticuchos no solo abre el apetito, invita a acompañarlo con una gaseosa y pagar los 10 soles por esos vasos personalizados que ha sacado el cuadro íntimo. Es que, como el club mismo lo dice, el aliancista está loco y cada apuesta comercial se convierte en un éxito.
Y nada ha cambiado porque Matute siempre cierra con el aliento de la hinchada a pesar del resultado. Fue derrota en setiembre del 2019, volvió a ser caída este 2022. Los dos últimos clásicos en La Victoria han sido cremas, pero a pesar de eso el hincha nunca dejó de creer y despidió a su equipo con la promesa de seguir acompañándolos.
Gran ambiente, buena comida y la mejor compañía tiene Matute. En tres años nada ha cambiado, lo malo tampoco.
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