Dos meses atrás se dio un suceso periodístico tal vez nunca visto. Una persona era portada de los diarios de todo el mundo: Lionel Messi. No recordamos -y quizás nunca haya pasado- un caso de tamaña unanimidad. Acaso la muerte de John Kennedy. Quién sabe. Pero ni las guerras mundiales ni otros torneos ni catástrofes fueron tan coincidentes en un tema y en un mismo personaje para dedicarle la tapa el mismo día. Se dieron algunas circunstancias convergentes: que Messi resultara la figura del Mundial, que fuera el capitán y por ende quien recibiera la Copa, y que sus compañeros lo levantaran en andas. Por ello acaparó las cámaras, como no pasó antes con Maradona o con Pelé; hace cuarenta o cincuenta años el fútbol no tenía la universalidad actual ni el planeta estaba tan globalizado.
Para que esto ocurriera se dieron varios factores concurrentes. Uno de ellos, de gigantesca importancia, tiene nombre y apellido: Lionel Scaloni. Es la gran revelación que deja la Copa del Mundo y que cambia radicalmente los parámetros de elección de entrenadores. Incluso los argumentos de debate. Siempre se piensa en un DT con recorrido y veteranía, de ser posible, con títulos para mostrar. En cuanto a las federaciones, la búsqueda se orienta a profesionales que hayan dirigido selecciones. “Y que conozcan el medio”. En el caso del nuevo estratega campeón, tenía cero experiencia cuando le dieron la Selección Argentina. Lo nombraron decano sin haber dado cátedra nunca. Y con sólo 40 años. Era asistente del asistente del asistente de Jorge Sampaoli en el Mundial de Rusia 2018. Observaba a los rivales de Argentina y pasaba un informe.
Su juventud es una tendencia que deja el Mundial y también la realidad del fútbol actual. El Arsenal, ultrasensación de la Premier League, está conducido por Mikel Arteta, un vasco de 40 años. Xavi Hernández, al comando del FC Barcelona, líder de la Liga Española, tiene 42. Julian Naggelsman, de 35, está al frente del Bayern Munich, puntero en la Bundesliga. Los dirigentes buscan técnicos cada vez más jóvenes, generacionalmente más próximos a sus dirigidos, con códigos y lenguaje similares. Y que, por su edad, no tienen problemas en tomar resoluciones drásticas.
De pronto, ante una delicada situación que atravesaba la AFA económica y deportivamente, sin entrenadores en sus diferentes selecciones, le fue ofrecido el equipo juvenil para intervenir en el Torneo de La Alcudia, en España, para el cual se había asumido el compromiso de participar. No había otro. Y Scaloni vivía en España. Aceptó y se coronó campeón al vencer la Albiceleste a Rusia por 2 a 1. Fue el 8 de agosto de 2018. Un mes después, ante la inminencia de la fecha FIFA, estaba el compromiso de dos encuentros en Estados Unidos y no había cuerpo técnico. Teniéndolo a mano, se le confió interinamente a Scaloni la mayor. Ganaron a Guatemala 3-0 y empataron con Colombia 0-0. Treinta días después, otra vez sopa: se debían afrontar dos amistosos, con Irak y Brasil, y nuevamente los asumió el bombero Scaloni. Siguió en noviembre, con dos victorias de Argentina sobre México por 2-0. Tras ambos choques, al observarse una refrescante renovación y un mejoramiento ostensible en el juego, acompañado por resultados, le dieron el puesto definitivo. Ya había desmontado el equipo que fracasó en Rusia 2018 y hecho debutar 16 jugadores nuevos. Luego devino la Copa América ganada en Brasil, la Eliminatoria, en la cual Argentina clasificó invicta, y la coronación en Catar 2022. Es decir, una eficacia asombrosa. Con el agregado de haber armado una selección desde cero, a la cual le dio un estilo definido, y habiendo arrancado de tierra arrasada.
No obstante, los brillantes éxitos no alcanzan a dimensionar la gravitación notable del joven Scaloni en dichos sucesos. Es un individuo sereno y poco afecto a la rimbombancia, de armonioso relacionamiento con los futbolistas -cercano, afectuoso, aunque no íntimo- que toma decisiones y, por tajantes que fueran, no se le complica frente al grupo. Eso habla de inteligencia y personalidad. No es de los que “mueren con la suya”, vive con la suya. Si algo sale mal, cambia. Y cambia rápido. No es terco, sí muy perspicaz para detectar fortalezas y debilidades. Enzo Fernández no formó parte de la Eliminatoria, pero demostró un nivel fulgurante en River, lo ratificó en el Benfica y Scaloni lo incluyó a último momento entre los 26. No esgrimió la estulta excusa de “no haber formado parte del proceso”. Enzo fue elegido mejor jugador joven del Mundial.
Juega con línea de cuatro o de cinco en el fondo, usa diferentes esquemas, persigue la victoria en todos los partidos, pero no se suicida, su bandera es el equilibrio. Hay una forma argentina de jugar al fútbol (que pocas veces se dio a nivel de selección), es esta de Scaloni, por eso la euforia del hincha: seguridad defensiva, presión alta, criteriosa circulación de pelota, buen pie en el mediocampo y vocación ofensiva, a ganar. Pero todo barnizado de carácter, con pierna fuerte y templada. Lionel es el redentor. Y el único que se dio cuenta que tenía un genio del fútbol en Messi y le montó un entorno ideal, en el vestuario y en el césped. Supo rodearlo, hacerlo sentir feliz. Y lo valora en toda su dimensión, pero no lo adula. Messi dijo que era una barbaridad que la FIFA designara un árbitro como Mateu Lahoz para un partido de la importancia de Argentina-Holanda, donde el español mostró 15 tarjetas amarillas. Scaloni dio su opinión, totalmente opuesta: “Es un gran árbitro… El partido no fue fácil para él. Por todo lo que había pasado en los días anteriores, el partido se calentó y no lo ayudamos para llevarlo tranquilamente”.
No corre ni salta por la raya, no reclama al árbitro, no grita los goles desaforadamente, no llora ni es demagogo en las conferencias de prensa, siempre calmo, alejado de las declaraciones y actitudes de sus jugadores. Ha legado a toda Sudamérica una enseñanza invaluable: no tener miedo a los europeos, se les puede ganar. No son cucos. A la Francia que todos veían como invencible salió a atacarla y la puso casi en ridículo durante 80 minutos. Y la valentía que mostró Argentina en varias circunstancias adversas es obra de Scaloni. Nunca vimos un equipo valiente con un técnico pusilánime.
Derribó cantidades de mitos, terminó con la dicotomía Menotti-Bilardo. Es el perfecto término medio. En su ideario, quien juega mal, sale y el que anda bien, entra. No se hace rollos. Y los jugadores están encantados de su claridad mental y su liderazgo. “Si fuera por mí lo renovaría de por vida. Ojalá que firme. Para nosotros es el mejor entrenador que hemos tenido. Estamos a muerte con él”, declaró el Cuti Romero. Lo piensan todos.
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