El deporte mundial recibió hace 25 años la primera gran convulsión del dopaje con un protagonista que dio el pistoletazo de salida a una serie de escándalos que aún no se ha podido detener: el canadiense Ben Johnson fue atrapado con un positivo por estanozolol tras ganar la final olímpica de 100 metros en Seúl 88 ante el estadounidense Carl Lewis.
Aquel impacto destapó un hecho real en el deporte de alta competición, hasta entonces acotado a la práctica organizada de dopaje de Estado, sobre todo en los países del Este de Europa. La toma de conciencia de esta lacra del deporte y su lucha entraban en un nuevo camino.
El mundo asistió atónito aquel 24 de septiembre de 1988 a una victoria contundente de Johnson sobre Lewis en la pista del estadio olímpico de Seúl. El canadiense de origen jamaicano levantó el brazo y el dedo índice sobre la línea con autoridad, firmando un nuevo récord del mundo (9.79).
Dos días después se supo la verdad. Todo era mentira. Johnson dio positivo por estanozolol, un esteroide anabolizante. Adiós a una hazaña que solo era un espejismo, un fiasco superior a su efímera hazaña.
Así comenzó un proceso ruinoso para este atleta nacido en Falmouth (Jamaica) hace 51 años y que emigró a los 14 con su madre y 6 hermanos a Canadá. Un cambio brusco para un chico de carácter difícil, que pasó del clima tropical de su país de origen al frío de Ontario.
Aquel escándalo sirvió para abrir una investigación judicial del llamado caso Johnson y el cambio de normativas en la Federación internacional de Atletismo (IAAF), que despojó al canadiense de todos sus títulos y marcas después de que el atleta incurriera en dos positivos más en 1993.
La IAAF le sancionó de por vida y le eliminó el historial. Para dicho organismo Ben Johnson nunca ganó nada, y la mejor marca reflejada en su palmarés es de 10.14 en 100 metros, registro que nunca le hubiese llevado a ningún lugar destacado en el atletismo mundial.
Johnson siguió buscando protagonismo fuera de las pistas tras su retirada. En 1997 se convirtió en el entrenador personal del ex futbolista argentino Diego Armando Maradona, y dos años después se fijó en él el Al-Saadi Ghadafi, hijo del dictador libio, quien lo contrató como preparador físico ante su proyecto de jugar al fútbol en Italia.
Diego Maradona dio positivo en el Mundial94 celebrado en Estados Unidos por efedrina, por lo que tuvo que cumplir 15 meses de sanción. Por su parte, Ghadafi llegó a jugar en el Perugia, de la serie A, pero fue despedido por dar positivo en un control por consumo de nandrolona.
La lista de deportistas ilustres relacionados con el deporte no se detuvo en Johnson. La hemorragia del dopaje se agravó posteriormente con casos incesantes en la historia.