Las graves acusaciones de dopaje contra el atletismo ruso han colocado ante el mayor reto de su carrera al británico Sebastian Coe, que fue el mejor corredor de mediofondo de su generación.
Coe, de 59 años, que ganó las medallas de oro en 1.500 metros y de plata en 800 metros en dos juegos consecutivos -Moscú-1980 y Los Ángeles-1984, fue elegido presidente de la IAAF (Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) en agosto de 2015, tras prometer “tolerancia cero” contra las drogas.
Tres meses después, un informe de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) acusó de dopaje sistemático al atletismo de Rusia, auspiciado por las autoridades, hasta el punto de tildar de “sabotaje” la participación rusa en Londres 2012, unas acusaciones que Moscú rechaza.
A sus 59 años, Sebastian Coe debe ahora limpiar el buen nombre del atletismo y también el de la IAAF, porque el anterior presidente, el senegalés Lamine Diack, está encausado en Francia por aceptar sobornos rusos para ocultar los casos de dopaje.
El diario “The Times” comparó el escándalo a la “carrera más dura de Coe”, más incluso que las que compartió con su gran enemigo, su compatriota Steve Ovett, con quien protagonizó una de las rivalidades más animadas de la historia del atletismo.
“Seb Coe es alguien que puede entender esto, espero”, dijo Dick Pound, que fue presidente de la AMA y encabezó la comisión independiente que elaboró el informe condenatorio de Rusia. “Su reputación está en riesgo si no lo hace”, avisó.
La AMA acusó a la IAAF de ser “inexplicablemente laxa” en su trato del dopaje, y Coe, cabe recodar, era vicepresidente del organismo antes de conseguir la presidencia.
Hay otras palabras que persiguen a Sebastian Coe. Como las que usó para describir a Diack como su “líder espiritual”. O cuando lamentó la “declaración de guerra” contra el atletismo cuando empezaron a acusar a la IAAF de hacer la vista gorda con cientos de análisis de sangre sospechosos.
LOS VÍNCULOS CON NIKEDurante un viaje a Rusia la semana pasada para abrir el congreso anual de la federación rusa de atletismo (ARAF) -que ahora se enfrenta a la prohibición- habló de la necesidad de “compromiso” con Rusia y elogió a los atletas, los entrenadores del país y los funcionarios por su “apertura” y “apetito por el cambio”.
Hasta la fecha, Sebastian Coe se ha salvado de las críticas por su etapa como presidente de la comisión de ética de la FIFA, a pesar de la avalancha de acusaciones de corrupción contra la organización.
Sin embargo, sí se le ha pedido que corte sus lazos con la marca Nike, de la que es embajador mundial, y cuyo campo de entrenamiento Oregon Project se vio también salpicado por acusaciones de dopaje en un documental reciente de la BBC.
Coe ha dado a la ARAF hasta el final de la semana para responder al informe de la AMA, pero los medios británicos no quedaron satisfechos con su reacción.
Así, Sebastian Coe pasó un mal rato en una entrevista con la televisión Channel Four cuando se puso en duda que no estuviera al tanto del dopaje ruso cuando era vicepresidente de la IAAF.
Sus logros en política y administración deportiva han sido tan estelares como los deportivos -fue diputado en el parlamento y la cara de los exitosos Juegos de Londres 2012-. A pesar de sus tribulaciones, sigue gozando de un fuerte apoyo en el mundo del atletismo, pero su reputación dependerá de cómo responda al escándalo ruso.
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