Ha sido la última, una semana polideportiva inusual. De un tiempo a esta parte los Panamericanos se habían convertido en una cita periódica con la frustración o el desinterés: sin medallas de oro ni actuaciones relevantes, se volvieron un recordatorio de lo rezagado que se encontraba el Perú respecto a las potencias regionales, en vez de ser lo que es para otros: el prólogo a los Juegos Olímpicos. Esta vez, sin embargo, las noticias han sido un poco distintas, aunque revelan un grado de desconexión brutal entre los atletas de alta competencia y la poca prensa especializada en estos deberes.
Nadie tenía como posibilidad, por ejemplo, que Boza obtuviese el oro en fosa, pues se le tenía más como dirigente que como atleta – una idea sostenida en su físico de adulto satisfecho y en sus recientes problemas políticos–; a su vez, no llamó la atención la mejora drástica de los registros de Mauricio Fiol en los 200 metros mariposa, pues la celebración de la plata no invitaba a presentar objeciones ante el repentino progreso. Con el fondismo ocurrió otra forma de desviación: entusiasmados por los triunfos de Melchor en Santiago y Quito, así como en el Sudamericano de Atletismo, se perdió de vista a Tejeda, quien también es una maratonista competitiva, como lo demostró hace unos días imponiéndose en los 42 kilómetros.
Más allá de la alegría inherente a toda victoria, y de la decepción consecuente al caso de dopaje de Fiol, esta serie de sorpresas deja algunos hechos dignos de reflexión: la ignorancia regular de la prensa generalista, la falta de especialistas con espacio fijo en medios, el desinterés socialmente aceptado por nada que no sea fútbol ni vóley, el complejo con el que se abordan las noticias positivas una vez llegan (piénsese en los memes que remarcan la supuesta falta de sponsors de Tejeda), la apropiación nacional del logro individual (léase los tuits de felicitación del político promedio), así como otras formas de pintoresquismo, como las comparaciones antojadizas, el castigo gratuito a los futbolistas y otras perlas.
Una de las posibles consecuencias de esta brecha entre deportistas y audiencia es la fe en el repentismo, es decir, la idea de creer que, de la nada, por conjura astral o concentración súbita, es posible subir a la cima del podio. Dicho de otro modo: faltan intermediarios. Lo mismo ocurre con el fondismo, donde se victimiza a las atletas por su biotipo y procedencia, cuando son estas dos variables, precisamente, las que han permitido que Melchor y Tejeda peleen los primeros puestos (junto a una ética de trabajo espartana, disciplina y mucho amor propio).
Pero cuidémonos de caer en falsos triunfalismos. Solo en Toronto, Colombia ha recogido –hasta el momento– 19 preseas doradas, más que el Perú en toda su historia. Los retos que quedan son varios y las tareas muchas: para los dirigentes, hacer; para los deportistas, insistir; para los periodistas, comprender; para el público, atender.
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#GladysTejeda “se está recuperando” para los 10 mil metros #Toronto2015 (vía @majofermi) ⏩ http://t.co/6crmprUK4E pic.twitter.com/sIBezxuQzZ— DT El Comercio (@DTElComercio) julio 20, 2015