HORACIO ZIMMERMANN @Horacon
Pablo Bengoechea ni siquiera ha llegado al Perú y ya cometió su primer error: aceptar un contrato de diez meses como entrenador de la selección. Es poco serio de parte del uruguayo haber accedido a este acuerdo, porque fomenta la improvisación de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) de Manuel Burga a la hora de sentarse a elegir al nuevo director técnico.
Aceptar el cargo por diez meses para “ver qué pasa” en adelante no puede ser visto como la “continuidad” del proceso de Sergio Markarián, porque si Burga y su directorio estaban convencidos de que Bengoechea era el técnico idóneo para dirigir a la selección, no le habrían ofrecido un cargo de corto plazo, sino uno de tres o más años. ¿Eso es continuidad? De ninguna manera. Es todo lo contrario: una visible manifestación de la poca importancia que le da la FPF a la 'era Bengoechea'.
Haber aceptado el cargo por este corto de tiempo es, en definitiva, exponerte a ser tratado como un técnico “interino” fácil de reemplazar (más aún cuando su continuidad está vinculada al resultado); como la solución más fácil de Burga para evitar la crítica (de periodistas y seleccionados) en torno a la ausencia de un entrenador para los amistosos de Europa. Y es que a la fecha, Burga no ha sido capaz de dar un solo argumento de peso para sostener la elección del uruguayo. No dos ni tres, uno.
El primer gran error de Bengoechea ha sido ese: aceptar el cargo de entrenador por diez meses incluso bajo la gestión de Burga, el dirigente deportivo más resistido de la historia del fútbol peruano y responsable directo de la desoladora realidad de nuestro balompié. Es por ese motivo que Bengoechea es Bengoechea y Bielsa es Bielsa. Mientras uno es un ‘novato’ que no está para decirle “no” a nadie, el otro es un ‘master’ en diagnosticar qué lugares están podridos.