“Mis profesores sanmarquinos y mis primeros jefes y editores siempre me recomendaban ‘mirar a los ojos’ de la fuente informativa, sea cual fuese. Tal fue mi mandamiento durante mis coberturas diarias”.
Este fue uno de los últimos textos que Jorge Saldaña Ramírez (60), cronista parlamentario y maestro del periodismo político, escribió en sus redes sociales. Fue el 10 de setiembre, pocos días después de enterarse de que la vida le lanzaba un nuevo reto e iniciaba un tratamiento oncológico con la promesa de mantener siempre en alto el ánimo.
Periodista reconocido por congresistas y políticos de todas las tendencias, Jorge Saldaña forjó su carrera a partir del respeto y de la búsqueda incesante de las informaciones que fuesen más allá de las meras declaraciones y las versiones de oficio. Uno de los pocos cronistas parlamentarios a los que se les cursaba invitación al hemiciclo en ceremonias de cambio de mando presidencial y testigo excepcional de los arduos debates anclados en doctrinas e ideologías. La Política con mayúscula.
Egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, empezó a trabajar en 1984 en el diario “Expreso”, donde también inició sus largos recorridos por pasadizos y oficinas del Congreso, oído atento, lapicero en ristre. Tiempo después llegó a El Comercio, donde desarrolló una fructífera trayectoria de más de un cuarto de siglo.
“Con Jorge nos unió la aventura de haber ingresado juntos como redactores al Decano, yo a la sección Comunicaciones y él a Política. En la reunión de directorio del 26 de agosto de 1991 se aprobó nuestro ingreso, y a partir de ese momento fuimos ‘promoción’”, recuerda Óscar Monzón, coordinador académico de la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la UTP.
“Jorge fue de los primeros reporteros que conocí. Fue en el Hall de los Pasos Perdidos. Quizás eso contribuyó a mi grato inicio y fe en esta carrera: conocer a gente buena. Era responsable, acucioso y muy correcto. Pero sobre todo era un hombre bueno, de los que tanto se necesitan”, refiere la periodista Claudia Izaguirre, exeditora de cierre de El Comercio y de “Perú 21″.
“Jorge y yo éramos contemporáneos, pero su experiencia como cronista parlamentario me llevaba una gran ventaja. Él se movía entre el Senado de la República y la Cámara de Diputados como pez en el agua. Sesiones interminables y mucho aprendizaje en ambas cámaras. Aunque hoy parezca mentira, a veces era un placer escuchar ciertos debates. Jorge conocía a todos y todos lo conocían a él. Y lo respetaban. Mucho. Un periodista serio y confiable, un caballero a carta cabal”, remarca Rossana Echeandía, exeditora de Política en El Comercio y actual directora de la Carrera de Comunicación y Periodismo en la UPC.
Jorge siempre quiso escribir sus historias “con responsabilidad social y ética, tal cual me enseñaron”, y supo trasladar esa práctica docente y decente a su vida profesional diaria. Testimonio de ese ejemplo lo dan periodistas curtidos de distintas casas editoras, televisoras, radios y páginas web, que coincidieron con él en las sesiones legislativas. Sin embargo, con quienes más solícito se mostró siempre fue con los jóvenes, los que ingresaban a esos vericuetos políticos con ansias de aprender.
“Me recibió a mí así como a tantos periodistas jóvenes y nos enseñó muchísimo. Compartía sus anécdotas, enseñanzas, consejos. Era un gran gran maestro del periodismo. Pasé cerca de cuatro años trabajando con él en Política. Los domingos estábamos los dos solos y siempre me animaba a esforzarme, a no repetirme, a buscar temas nuevos. Me pedía que nunca pierda la capacidad de asombro”, recuerda Juan Aurelio Arévalo, ahora director periodístico de El Comercio.
“¿Alguna duda acerca del Congreso? Consúltale a Jorge. Sereno, difícilmente perdía el buen ánimo y nunca la buena educación para sostener sus argumentos y discutir las ideas”, acota Rossana Echeandía.
En los últimos años, Jorge Saldaña dedicó largas horas a compartir información política en las redes sociales con los hashtags #aminadiemelocuenta y #datodeadentro. Dos frases que solía utilizar en sus amenos coloquios con los colegas de profesión. “Alguito me he dejado querer”, bromeaba cuando recibía los saludos y agradecimientos de quienes lo conocían. Y las innumerables fotos que allí permanecen, siempre sonriente y alegre, rodeado de amigos, dan fe de ello.
Pero Jorge no solo se dedicó a “mover el avispero político”. También era un amante de la salsa dura y gran bailarín (“se reía cada vez que lo presentaba como el Mark Anthony de la redacción y tarareaba alguna de sus canciones”, evoca Oscar Monzón). Y desde hace tiempo, reservaba los fines de semana para sus jornadas como ciclista, no solo de ciudad, sino también de aventura y turismo. Tanto que la imagen principal en su Facebook es la conquista de la Cordillera Blanca, en el Callejón de Huaylas.
“En los últimos meses nos volvió a unir algo: contarnos sensaciones y temores ante el desafío de enfrentar un cáncer. Y me legó algo que me dijo cada vez que pudo: ánimo, fe y eternas gracias por cada día, por la vida”, subraya Claudia Izaguirre.
Nacido un 14 de mayo de 1962, vecino de Magdalena del Mar y dueño de un punzante sentido del humor, Jorge dejó pendiente escribir un libro con sus textos y crónicas. O como decía, un texto en el cual “pergeñar” sus anécdotas de cuatro décadas. “Al menos ya tengo el título (directo, conciso y alguito jalador): ‘A mí nadie me lo cuenta’”, decía. Pero acaso esa deuda no es tan cierta, porque ahora y siempre esas memorias perduran en las páginas de El Comercio y del periodismo peruano.
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