Dejó todo y se llevó reconocimiento. Juan Pablo Varillas fue despedido entre aplausos de Roland Garros este domingo tras caer ante Novak Djokovic, número 3 del mundo, en la cuarta ronda del Abierto de Francia. Desde que pisó la pista, el público demostró su aliento al tenista nacional y también se hizo sentir al final del encuentro, cuando nuestra primera raqueta abandonaba la histórica cancha Philippe Chatrier.
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Varillas se ganó los elogios de Djokovic: “Es la primera vez que jugamos, sé que es especialista en esta superficie, tiene un juego muy consistente. Estoy contento porque seguramente he mostrado el nivel más alto esta semana”, destacó el serbio.
No era la primera vez que pisaba la Philippe Chatrier —el año pasado cayó en primera ronda ante el canadiense Felix Auger-Aliassime en cinco mangas—, pero necesitó un rato para aclimatarse y Djokovic lo aprovechó para endosarle un 4-0 de inicio.
Controladas las distancias y el miedo escénico que provoca pasar de jugar en pistas para 200 personas a una con 15.000, el peruano por fin soltó el brazo y empezó a aguantar los peloteos de la leyenda.
Incluso consiguió que se enfadara. Mediado el primer set, Djokovic se quejó de algo, el público reaccionó con abucheos y Nole, tras salvar dos bolas de segunda rotura con 4-2 a favor, respondió poniéndose una mano en la oreja y alentando a la gente a que siguiera gritando.
Varillas se marcha de París tras recoger el testigo de Jaime Yzaga, último peruano que había jugado los octavos de un Grand Slam, en el US Open de 1994.
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