Si hacer periodismo sin salir a la calle es de por sí un reto, imagínese querido lector cómo es gestionar desde casa un archivo de las dimensiones de El Comercio. Somos un equipo de ocho personas que tiene a su cargo la preservación y difusión del patrimonio documental y fotográfico del decano. Además atendemos a nuestros colegas periodistas y editores gráficos cuando nos solicitan informaciones y fotos para sus notas en el print y la web.
Nuestros insumos para trabajar son fotografías, files de recortes, rollos de microfilm y nuestra preciada Hemeroteca. Materiales físicos que por obvias razones tendrían que quedarse en la casona del jirón Miró Quesada.
Sin embargo, tenemos unas 50,000 fotografías digitalizadas y todas las portadas desde el primer día que El Comercio salió en circulación en 1839 hasta la actualidad. Además cada uno de nosotros guarda informaciones de sus investigaciones, una suerte de compendio de pdfs de los siglos XIX y XX que abarcan diversos temas históricos. En esta coyuntura debemos apoyarnos en libros y enciclopedias que tenemos en casa. Todo suma al momento de proponer los temas históricos para la edición web.
Creemos que este es el momento para mostrarles aquellas historias olvidadas en el tiempo y las fotografías inéditas que no vieron la luz. El buen humor es la constante. No faltan incidentes que interrumpen nuestro trabajo como quedarte sin luz o quemar las lentejas del almuerzo.
Nuestro equipo está encabezado por Silvia Miró Quesada y los periodistas Carlos Batalla, Miguel García, Lili Córdova, Jean Pierre Andonaire y Karla Kennedy. Junto a ellos Julissa Núñez quien se encarga de hacer posible los trámites más engorrosos y nuestra gestora de ventas Marleny López. Cada uno desde su experiencia hace posible que el Archivo siga en funcionamiento.
¿Cómo hacemos narrativa de archivos en tiempos de coronavirus?
Esa fue la pregunta que pasó por la mente de nuestro colega Carlos Batalla la noche del 15 de marzo cuando la cuarentena ya era una realidad. En las siguientes líneas cuenta su experiencia:
El lunes 16 de marzo fue el último día en que fui a las oficinas de nuestro Archivo Histórico. Ya estábamos en cuarentena oficialmente desde ese día y llegar apurado al Centro de Lima, a la vieja casona por el jirón Lampa, donde todavía estamos, tenía una razón de ser: proveerme de todos los contenidos y las herramientas de acceso remoto posibles para seguir trabajando desde mi casa. Mi laptop salió de ese local histórico con todos los recursos que necesitaba.
Desde ese mismo día apoyamos con notas la edición web y empezamos a elaborar la narrativa de archivos con fotos y pdfs que logramos extraer de nuestra base en el centro. Las historias debían ser extraordinarias y sí que lo han sido. Esa primera semana inundamos la web de El Comercio con crónicas y hasta un video, con historias de epidemias de antaño, secuestros de aviones, llegadas de buques y homenajes gráficos a los veteranos del fútbol peruano. Tener un grupo de Whatsapp con el equipo fue útil y práctico para poder entrar en contacto con nuestra editora Silvia Miró Quesada y editores pro como Juan Aurelio Arévalo.
La segunda semana ya nuestras notas eran parte del stock de trabajos para los sunoscriptores digitales. Los nuevos hallazgos fotográficos del Archivo Histórico resaltaron por esos días y otras narraciones curiosas como la de una momia desvestida en los años 50, la historia del Geniograma y sus 60 años en video y la de un buque chileno rescatado en aguas peruanas hace décadas. Todas historias de colección.
Así terminamos estas dos semanas y seguiremos enfocados en bucear en nuestros archivos desde nuestras casas, utilizando todos los recursos tecnológicos posibles para hacerlo realidad. Siempre pensando en nuestros lectores.
Manteniendo el buen clima
La otra parte de nuestro trabajo consiste en asegurar que los archivos sigan en buen estado de conservación. Para ello es indispensable mantener las condiciones climáticas de la zona de almacenamiento que no deben superar los 21 grados de temperatura ni el 50% de humedad. Por estas semanas esta labor está en manos de Wenceslao Caldas, Óscar Saca y Judith Vera, personal de limpieza que mantiene en orden la casona histórica. A ellos nuestro agradecimiento eterno.