Por: Sebastián Rubio, director de Z Sports
A puertas del trascendental juego con Bolivia por las clasificatorias al Mundial de Rusia 2018, en las oficinas de la FPF vienen jugando otro vital partido: la comercialización de sus derechos rumbo a Qatar 2022, entre ellos, la del patrocinador de la indumentaria deportiva.
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Esta categoría es de las más relevantes, ya que el patrocinador tiene que equipar a todas las divisiones de una selección o club (mayores, menores, femenino, fútbol, futsal, playa). El aporte en uniformes de competición, entrenamiento, ‘staff’, balones y otros accesorios deportivos, en ocasiones supera el importe fijo en metálico. Genera también ingresos adicionales por regalías (entre un 10% y 12% del precio mayorista, con un mínimo garantizado), por la venta de todos los productos asociados a la categoría, principalmente por las camisetas oficiales.
Además de la propuesta económica, la gestión del producto (diseño, tecnologías, lanzamientos, nuevas categorías), el soporte en acciones de márketing y la red de distribución son criterios importantes de elección. No solo para hacer crecer la marca Selección Peruana, teniendo en cuenta su dependencia a éxitos deportivos y poco nutrido calendario de competencias, sino para que el patrocinador pueda recuperar su inversión.
Al cierre de esta edición, algunos medios anunciaban a Marathon como ganador, superando a la actual Umbro y a Adidas, marca que nos llevó a nuestro último Mundial en España 82. La cifra especulada –US$ 1,5 millones más S/8 millones en productos– nos asciende a la zona de “repechaje” de la región en cuanto a ingresos por este concepto.
Se ve la expectativa en el Plan Centenario FPF y el potencial consumo del mercado peruano (a pesar del alto índice de piratería). El grupo ecuatoriano es el de menor relevancia internacional, pero cuenta con experiencias previas similares (selecciones de Ecuador y Bolivia), y a priori, con un ‘go to market’ mas ágil, dada su fabricación regional y canal propio.
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