En esta época del año, mi mente naturalmente se dirige a las tonterías. Cada diciembre abro el armario donde guardo los peores ejemplos de jerga del año y comienzo a buscar ganadores para mi anual Premio Franela de Oro [flannel: discurso sin sentido].Follow @PortafolioECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Este año, como siempre, el armario está repleto de palabras y frases feas que la gente ha escrito o dicho en el 2015. Para escoger algunas al azar, está “pasiónpresario”. Está “delta” (que quiere decir una brecha). Está “solucionizar”, “mentecompartir” y hasta “modeloaseguir”. Todas son nuevas. Todas llegan a nuevos abismos lingüísticos.
Aquí hay dos tragedias. Una es que las personas hablan así en realidad. La otra es que la única que tiene la llave de mi armario de tonterías y que puede disfrutar sus riquezas soy yo.
La primera de estas tragedias no tiene remedio. Los que hablan basura seguirán hablándola. La ley de la basura —como yo he apuntado con frecuencia— dicta que el mercado para este producto sólo tiene una fase: la fase adquisitiva.
Pero para la segunda tragedia, hay un alivio. Este año el Financial Times ha decidido dejar que mis lectores rebusquen mi armario y se maravillen ante la horripilante pila de desdichadas palabras y frases que hay en él.
Para tal fin hemos creado Guffipedia [guff: tontería], un repositorio de las expresiones a las que he criticado a través de los años. Ahí encontrarán los ganadores del Premio Franela de Oro con explicaciones mías de por qué son tan odiosas (en caso de que uno esté demasiado metido en esto para descifrarlos por su cuenta). Todos mis favoritos gigantes de las tonterías están acreditados —incluyendo a Angela Ahrendts, Dick Costolo y Tim Armstrong— al igual que algunas figuras menos conocidas que han demostrado una sobresaliente dedicación a las estupideces.
El propósito de Guffipedia no es sólo para que mis lectores admiren la extensión de mi colección de tonterías, sino para ayudarme a organizarla “hacia adelante”, como se dice en ‘idioma guff’.
Les insto a presentar nuevas palabras o frases horribles, a atentar traducirlas a un idioma práctico, y a declarar dónde las encontraron. No tienen que nombrar al culpable (aunque sería bonito que lo hicieran). “Lo oí en un elevador” es suficiente —con tal de que sea cierto. Y si llegan sus entradas antes del fin del año, podrían terminar en mis Premios Franela de Oro 2015, que serán anunciados la primera semana de enero.
Para mantener altos estándares en Guffipedia, seré estricta sobre lo que dejo entrar. Así que si alguien ha comenzado a irritarse por la forma en que la gente dice “llegarle a” entonces Guffipedia no es para ti. Es verdad que la frase es latosa, pero ha sido latosa durante los últimos 15 años por lo menos.
Tampoco quiero ejemplos comunes que la gente perezosa trae a colación cuando se menciona el tema de la jerga. No habrá “abrir el kimono” en Guffipedia, ya que nunca he oído a nadie decir esto en serio. Se rumora que Jamie Dimon usó la frase una vez, pero las pocas veces que la he escuchado es en boca de personas protestando débilmente sobre cuánto odian la jerga.
Guffipedia no sólo será una valiosa obra de referencia, servirá un propósito mayor. Esto no es para avergonzar a las personas de negocios con el fin de que hablen con claridad, sencillez y elegancia, ya que tal cosa no va a suceder. Hay demasiadas buenas razones para hablar tonterías. Hace que uno suene listo; demuestra que uno pertenece a un club exclusivo; es una alternativa al pensamiento; y, lo más importante, si uno es capaz de decir cosas que suenan bien pero que en realidad no tienen sentido, puede ser muy útil.
En vez, Guffipedia se ha creado como un club de apoyo para los “tonterizados” (aquellos que sufren a causa de escuchar tonterías).
Esta última es otra nueva palabra que he sacado de mi armario, sólo que para variar me gusta. Su forma gramatical no es prometedora; mentorizado y tutorizado tienen mucho que menospreciar. Pero “tonterizado” nos da una forma nítida de explicar cómo se siente ser receptor de las tonterías.
Encontré la palabra en una obra de investigación inusualmente deslumbrante por académicos canadienses que les presentaron a los sujetos palabras tomadas del Twitter de Deepak Chopra que habían sido reconfiguradas para formar aforismos extraordinariamente sin sentido. Sin embargo, al leer frases como “La totalidad calla los fenómenos infinitos” muchos de los tonterizados alegaban haber detectado significado.
Mientras más a) creían en lo paranormal y b) eran fanáticos del Sr. Chopra, más juzgaban que las tonterías eran profundas.
Al aplicar estos resultados a la gerencia podemos entender que mientras más se acepta la prevalente cultura empresarial y más se valora a los que la dirigen, mayor es la probabilidad de tragarse todo lo que dicen sin importar su insensatez.
Guffipedia es una invitación a dejar de tragar. La próxima vez que ustedes oigan a alguien decir: “Este negocio, sentimos, es el negocio correcto para ir adelante. En el escenario de ir adelante, planeamos seguir con el negocio” —que fue precisamente la basura que Tim Armstrong de AOL declamó cuando Verizon compró la empresa este año— no se lo traguen. Sean tonterizados proactivos, escúpanlo y envíenlo a: ft.com/guff.
*Lucy Kellaway es columnista de Management del Financial Times.